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La oración, una renovación desde Dios

La
oración es una renovación desde Dios. El alma sufre a veces una tensión
continua, momentos de cansancio, vaciedad, tentación, a pesar de los
anhelos de verdad, de lucha, de entrega. Hace falta claridad, fuerza,
elevación. Y la serenidad brota de la oración; en contacto con Dios el
alma se reconoce, siente más explícitamente la insuficiencia personal y
penetra en lo sobrenatural, en el dominio de la gracia. "Sin mí, no
podéis hacer nada" (Jn 15,5). La convicción profunda de que Él llama,

Las otras áreas


A lo largo de nuestras vidas vamos ocupándonos de diferentes áreas. De recién nacidos lo más importante era dormir, pues como teníamos un cerebro sin estrenar y ante nuestros sentidos se agolpaban miles de datos cada día de todos los sabores, colores, tonalidades y tamaños, necesitábamos poner en orden todo ello, ya que de no hacerlo así nos habríamos vuelto locos.

La otra cara del Opus Dei


Curiosamente desde 1928, cuando un joven sacerdote llamado Josemaría Escrivá comenzó a predicar sobre la posibilidad de que “la gente de a pie” tienda a la santidad -pues así nos lo pide Dios a todos- no han faltado quienes desconfiadamente han estado buscando “la otra cara del Opus Dei”. 

Ordenaciones desde el cielo

Cada ordenación sacerdotal despierta en los corazones reflexiones profundas y sinceras.

Veamos al joven o al hombre adulto que empieza a ser sacerdote. Después de un camino de maduración, después de momentos de dudas y de esperanza, después de oración y discernimiento, dio su “sí” a Dios en la Iglesia.

Ojos limpios

Cada mirada proyecta un mundo fuera de sí. Un mundo de esperanzas o de miedos, un mundo de alegría o de dolor, un mundo de esfuerzo o de fracaso, un mundo de paz o de rencores arraigados.

Nuestros ojos se cruzan con tantos rostros que nos hablan... En cada encuentro, buscamos ocultar la pobreza interior o dar un poco de ese amor que hemos recibido de Dios.

Los ojos de Dios

Los ojos de Dios

 

Hay ojos que nos miran con afecto. Nuestro corazón, en esos momentos, experimenta un profundo sentimiento de paz y de sosiego. Alguien nos quiere, alguien nos aprecia, alguien piensa en ti y en mí.

También Dios abre las nubes y nos sonríe cada día. Detrás de una lluvia, del sol, de las estrellas, y dentro de cada hoja, de cada jilguero, de esa hormiga trabajadora, nos acompaña, nos comprende, nos mira con un cariño especial. La vida es distinta cuando nos dejamos penetrar por esos ojos del Dios bueno.

El obsequio de la fe

 El obsequio de la fe

Para quienes gozamos de la fe en Dios, la vida adquiere una luz especial. La realidad, siendo la misma ante creyentes y ateos, es muy distinta para unos y otros. Para quienes no creen en Dios nuestra fe es un mecanismo de defensa frente a lo que no podemos entender; es un refugio donde curar nuestras angustias; es una fuerza, sin entidad real, que nos mantiene de pie. Por eso -deducen- existen tantas religiones.

El otro Código

Esta semana copio un recién comunicado de Manuel Sánchez Hurtado, de la Oficina de información del Opus Dei en Roma.

“Hoy se presenta la película El Código Da Vinci. La película mantiene las escenas de la novela que son falsas, injustas y ofensivas para los cristianos. Incluso multiplica su efecto injurioso, por la potencia que tienen siempre las imágenes. También se ha confirmado que la película no está precedida por un cartel que aclare que cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

El olvido de Dios

Hace tiempo un buen amigo, sacerdote, quien fuera por varios años párroco del pueblo de Tequila en el estado de Jalisco, me contó este suceso. En la ceremonia del “Grito” en la noche de un 15 de septiembre, un presidente municipal, desde el balcón del palacio, arengaba al pueblo a superar unos vicios muy generalizados y para ello comenzó mencionando datos concretos de las cantidades de alcohol que se consumía en la localidad, para cerrar su argumento con la siguiente afirmación: “tal parece que estamos perdiendo el temor de Dios”.