Para fortalecer mi voluntad...
Vamos a recordar un poco la definición de la fuerza de voluntad “Es la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado, contando con dos ingredientes básicos: la motivación y la ilusión”.
Vamos a recordar un poco la definición de la fuerza de voluntad “Es la facultad capaz de impulsar la conducta y dirigirla hacia un objeto determinado, contando con dos ingredientes básicos: la motivación y la ilusión”.
Con este último artículo llegamos al principio. ¿Al principio? ¿Me habré equivocado o se habrá equivocado el editor de catholic.net al escribir estas palabras? No. No ha habido ninguna equivocación en ninguno de nosotros. Lo confirmo: con este último artículo llegamos al principio. Al principio de la historia de tu vida que de ahora en adelante deberás escribir de cara a Dios.
Con este último artículo llegamos al principio. ¿Al principio? ¿Me habré equivocado o se habrá equivocado el editor de catholic.net al escribir estas palabras? No. No ha habido ninguna equivocación en ninguno de nosotros. Lo confirmo: con este último artículo llegamos al principio. Al principio de la historia de tu vida que de ahora en adelante deberás escribir de cara a Dios.
Es bueno detenernos un poco y hacer un resumen de lo que hemos hablado hasta este momento. Espero que al mismo tiempo que has leído todos estos artículos también los hayas ido poniendo en práctica. Tú bien sabemos que lo aquí expuesto no es simplemente para contemplarse, sino para ser llevado a la práctica de cada día. Ojalá que antes de seguir adelante con este programa de crecimiento interior puedas detenerte por un momento para hacer un balance de lo ya adquirido. ¿He mejorado? ¿Reconozco en mí al hombre y la mujer que Dios quiere de mí? ¿Vislumbro ya algunas cosas buenas?
¿Debo aceptar el uso de internet en mi casa, sabiendo que los filtros son siempre esquivables, si creo que es la puerta para contenidos que van en contra de mis principios morales?
Es viernes por la noche. ¡Viva! ¡Llegó el fin de semana! En muchos países la jornada laboral no contempla ya el horario sabatino –en Europa hay ciudades que tienen una semana laboral de 38 horas- y el fin de semana comienza el viernes después de las dos de la tarde. No hay tareas que revisar, prisas para llevar a los niños al dentista, tenerles preparada la cena o bañarlos y meterlos en cama a buena hora. Podemos aflojarnos la corbata pues la oficina o el despacho no se abre sino hasta el lunes y delante de nosotros se nos presenta un largo fin de semana para descansar.
Nos hemos dado cuenta que para ser santos, para convertirnos en otro Cristo, debemos aceptar nuestra condición de criaturas: salimos de Dios, somos de Dios y regresaremos a Dios. Esta verdad, tan sencilla y que se expresa de un modo tan concreto, nos cuesta mucho trabajo vivirla. No nos gusta que nadie nos diga lo que tenemos que hacer.
Misones... ¿qué es lo primero que te viene a la mente? ¿Junglas africanas o grandes ríos amazónicos llenos de pirañas? ¿Idiomas nuevos que aprender? ¿Paganos que no conocen a Cristo?
Varias veces hemos oído estas palabras: las conferencias episcopales. “La conferencia episcopal norteamericana se reunió...” “Los obispos dela Conferencia Episcopal Colombiana han acordado...” A veces pensamos que los obispos pasan largas horas en esas conferencias y desconocemos cuál es su verdadero significado y la importancia que tienen para la vida de la Iglesia en un país determinado.
Es alentador observar en misa la figura de los acólitos: niños o niñas que con un vestido apropiado asisten al sacerdote en misa: le ayudan con el misal, las ofrendas, el lavatorio de las manos y portando la charola de la comunión.
Hago la aclaración de que en este artículo no me referiré a estos acólitos, sino a los varones que reciben el ministerio del acolitado. Para hacer una diferencia entre estas dos personas, el mismo Juan Pablo II ha utilizado la palabra monaguillo al referirse a esos niños y niñas que ayudan al sacerdote en el altar.