El diácono permanente
Desde los tiempos de los apóstoles surgieron hombres dedicados al servicio del altar:
Desde los tiempos de los apóstoles surgieron hombres dedicados al servicio del altar:
Los lectores en las misas suelen ser fieles del pueblo de Dios, hombre y mujeres, incluso niños, adolescentes o jóvenes que prestan este servicio a la Iglesia y nos hacen sentir más próxima la palabra de Dios.
Estos son los así llamados lectores por encargo temporal (Ministeria quaedam, V). Pero existe un ministerio estable que es el de lector y puede ser ejercido por varones, bien sea laicos o aquellos que dirigen sus pasos hacia el sacerdocio.
Al hablar de Roma vienen a nuestra mente tantos recuerdos. El Coliseo, las Termas de Carcala, los palacios renacentistas, las fuentes de Bernini en Piazza Navona, la inolvidable fuente de Tívoli. Son recuerdos vivos a los cuales asociamos esta bella y eterna ciudad mediterránea.
Todos los católicos estamos llamados al seguimiento de Cristo. Por el bautismo nos hacemos Hijos de Dios, Hermanos de Jesucristo y Templos vivos del Espíritu Santo. Por lo tanto, la vida de los católicos, si quieren ser fieles y coherentes con su bautismo no puede ser la misma que la de una persona no bautizada. La imitación de Cristo será la tarea fundamental en su vida.
¿Quiénes son los laicos, los seglares de la Iglesia?
Se oye tanto hablar de esa palabra que muchas veces nos perdemos en el vocabulario y no sabemos a quiénes se refieren cuando oímos expresiones como “Ha llegado la hora de los laicos”. “Los seglares deben colaborar con la Iglesia”.
Los sacerdotes son hombres que colaboran directamente con el obispo en la tarea de cuidar el rebaño que Cristo les ha asignado. Cuando Cristo es elevado a la derecha del Padre, no abandona a su rebaño, sino que lo guarda por medio de los apóstoles bajo su constante protección y lo dirige también mediante estos mismos pastores que continúan hoy su obra. Estos pastores en nuestros días son los obispos y los sacerdotes o presbíteros.
En muchas ocasiones, cuando asistimos a la misa dominical nos hemos topado con el curioso fenómeno de ver una larga fila en el momento de la comunión. Algunos laicos, hombres o mujeres, se acercan al sacerdote para ayudarlo a repartir la comunión. Nos asalta la duda: ¿quiénes serán esas personas? ¿Es correcto lo que hacen? ¿Puedo yo ayudar de la misma manera?
Gabriel García Márquez en su famosa novela “Cien años de soledad” refiere como su gran personaje Amaranta Úrsula, al organizar el regreso al pueblo de Macondo, retrasó el viaje varios meses para hacer una escala en las Islas Afortunadas, porque deseaba seleccionar veinticinco parejas de canarios con los que repoblaría el cielo del mítico Macondo.
Hace poco asistí a una clase de bioética en la que el profesor, un destacado ginecólogo de Roma, nos mencionaba no sin cierto sarcasmo, que muchas veces le tocaba atender a pacientes que acudían con sus hijas prontas a casarse. Ante la proximidad de la boda, la madre preguntaba al doctor qué método le recomendaría a su hija para comenzar a cuidarse...
-“¿Cuidarse? ¿De qué? ¿De quién?”, inquiría el doctor.