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Padre Alejandro Cortés González-Báez

Promesas, sólo promesas

Paco Bobadilla pasó por Monterrey desde su querida tierra peruana, y tuve la fortuna de conversar con él. La verdad es que me impresionó grandemente descubrir a un hombre culto y sencillo (cualidades que, dicho sea de paso, suelen ir de la mano, cuando la cultura es auténtica, y no simple pose, como la de aquellos que tienen la cabeza llena de ciencia fatua, y el alma vacía). He de reconocer que disfruto enormemente cada vez que me encuentro con quienes se merecen -sin más rodeos- el calificativo de “seres pensantes”, y Paco juega en ese equipo.

Pues hazte cura...

 

Allá por los años sesentas, un queridísimo sacerdote a quien debo mucho, circulaba por calles del Distrito Federal en un coche “Valiant” de aquel año, que un amigo le había prestado para ir a confesar. Es cierto que entonces aquel coche, sin ser lujoso, llamaba la atención. 

Problemas sin solución

 

Con cierta frecuencia recibo correos en los que me hacen preguntas con un grado de dificultad mayor que los clavados de ocho vueltas hacia atrás con medio giro desde el trampolín de tres metros. Por una parte, es necesario entender que quienes me cuestionan están viviendo situaciones sumamente delicadas. Claro está que me gustaría poder ayudar a resolver todos los problemas, pero no pocas veces he de declarar que no veo una solución directa en cada caso. 

Prepárese a ser pobre

 

Todos sabemos que cuando se da la voz de alarma ante contingencias mayores como los huracanes, erupciones volcánicas o los rompimientos de presas, se han de tomar las medidas convenientes y oportunas. En algunos de esos casos lo mejor es abandonar la zona de peligro, opción que a veces no es viable.

Nosotros, los otros Amadeus

Una año más en que después de un estupendo viaje de mil cien kilómetros, disfrutando las carreteras de mi país, me encuentro injertado en una actividad donde el estudio, el descanso, los ratos de deporte y la formación se conjugan de forma maravillosa. Este año estoy en Montefalco; hacienda que fuera ingenio de azúcar allá en los tiempos de antaño.

No me grites

Padre: “Me acuso de mi falta de paciencia”. ¡Cuántas veces habremos escuchado esta afirmación todos los sacerdotes cuando confesamos! Tampoco es raro que alguien comente algo así como: “ayer me dijo mi hijito de cuatro años: mami, no me grites”.

No todo lo que brilla es oro

¿Alguna vez ha visitado usted una mina? Sí, de donde sacan el oro, la plata, el zinc, el plomo. Pues yo estuve hace apenas tres días. Después de colocarme un cinto con la pila de la linterna, un chaleco reflejante, unos guantes de trabajo y un “auto-rescatador” que se debe utilizar en caso de incendio, y de escuchar las debidas instrucciones sobre el funcionamiento de estos aparatos, entramos por el tiro principal. En esta ocasión éramos sólo tres personas: un empleado de la mina, un trabajador nuevo, quien al igual que yo no había entrado nunca, y un servidor.

No me da la vida

Hay tantos recuerdos que quisiera revivir.

Hay tantos amigos con los que gozaría tomándome un café, durante las bellas horas de una tarde.

Hay tantos lugares que desearía conocer.

Hay tantos libros que me gustaría leer.

Hay tantos otros que quisiera escribir.

Hay tantos errores que desearía corregir.

Hay tantas heridas que quisiera aliviar.

Hay tantos conciertos que ansío escuchar.

Hay tantas cumbres que anhelo ascender.

Hay tantas tonterías que quisiera no haber escuchado.

Hay tantas críticas que preferiría no haber oído.

No conviene que esté solo

Oye mami: Si los papás no se pelean con sus hermanos, ni dicen mentiras, ni desobedecen. ¿De qué se confiesan? Este fue un cuestionamiento de una
pequeñita a su mamá según me lo contó la misma señora. ¡Bendita inocencia! Y bendita confianza que permite a un niño tener quien le resuelva sus dudas.
Cuánta sabiduría divina encontramos en aquel texto del Génesis cuando al crear Dios al hombre afirma:
“no conviene que esté solo” y es que la soledad es una de las peores realidades que puede enfrentar el ser humano.