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No me da la vida

Hay tantos recuerdos que quisiera revivir.

Hay tantos amigos con los que gozaría tomándome un café, durante las bellas horas de una tarde.

Hay tantos lugares que desearía conocer.

Hay tantos libros que me gustaría leer.

Hay tantos otros que quisiera escribir.

Hay tantos errores que desearía corregir.

Hay tantas heridas que quisiera aliviar.

Hay tantos conciertos que ansío escuchar.

Hay tantas cumbres que anhelo ascender.

Hay tantas tonterías que quisiera no haber escuchado.

Hay tantas críticas que preferiría no haber oído.

Hay tantos chistes buenos que ya olvidé.

Hay tantas canciones hermosas que no puedo recordar.

Hay tanto cariño que no di, o no supe dar.

Hay tantas cartas que desearía escribir.

Hay tantos deportes que me gustaría practicar.

Hay tantas disculpas que debería pedir.

Hay tantas personas que me ilusionaría conocer.

Hay tantos instrumentos que quisiera tocar.

Hay tantos consejos que se me antoja dar.

Hay tantas playas en las que me hace ilusión nadar.

Hay tanta gente confundida a la que quisiera ayudar para darle sentido a sus vidas.

Hay tantos adolescentes incomprendidos a los que quisiera consolar.

Hay tantos hombres y mujeres solos a quienes quisiera acompañar.

Hay tantos enfermos a quienes desearía sanar.

Hay tantos lápices que me encantaría tallar.

Hay tantos museos que ambiciono visitar.

Hay tantas fotos que gozaría tomar.

Hay tantos problemas que desearía resolver.

Hay tanta Historia que me gustaría aprender.

Hay tantos malos entendidos que quisiera aclarar.

Hay tantas horas perdidas que quisiera recuperar.

Hay tanta Fe que me hace falta.

Hay tantos planes que quisiera llevar a cabo.

Hay tantas experiencias que desearía transmitir.

Hay tantos, pero tantos “hays”, que ¡¡¡Ay!!! ¡Simplemente no me da la vida! y como dice la canción: “Si tuviera cuatro vidas. . .” pienso que tampoco serían suficientes.

¿Qué hacer?: ¿Llorar? ¿Lamentarme? ¿Recriminarme? o ¿Resignarme? De poco serviría todo ello, y como “no hay más leña que la que arde” y “con estos bueyes hay que arar” mi obligación es tratar de aprovechar los diez minutos de vida que me quedan en cumplir con mis obligaciones.

San Josemaría Escrivá, así como Santa Teresa de Jesús, y otros maestros de la ascética cristiana, plantean la santidad como algo posible, en base al cumplimiento amoroso de lo ordinario, o sea que se puede agradar a Dios con el esfuerzo en lo que todos tenemos al alcance de la mano. Pero como el pasado no puede volver, tendré que afanarme en mi presente. “Pórtate bien “ahora” sin acordarte de “ayer”, que ya pasó, y sin preocuparte de “mañana”, que no sabes si llegará para ti”. (Camino 152).

Por una parte, sé que lo que yo no hago, lo hacen, o lo harán otros, y por otra, pienso que todas aquellas ansias mías insatisfechas ambicionan una eternidad; y mi fe me dice que esa eternidad me está esperando, aunque quizás -cuando la tenga- todos estos asuntos ya no serán importantes para mí. . . De cualquier forma: ¡Gracias Dios mío por darme este día!