Señor, oye mi voz
Señor oye mi voz
Tú Señor oye mi voz
mi Dios inmortal, mi Dios sin final
oye mi voz, oh Señor.
Pongo en ti mi amor, mi fe.
Tú eres la llama, Tú eres el fuego
Tú eres la luz de salvación.
Tú Señor oye mi voz
mi Dios inmortal, mi Dios sin final
oye mi voz, oh Señor.
Pongo en ti mi amor, mi fe.
Tú eres la llama, Tú eres el fuego
Tú eres la luz de salvación.
Señor, ¿a quién iremos,
si tú eres nuestra vida?
Señor, ¿a quién iremos
si tú eres nuestro amor,
si tú eres nuestro amor?
Quien como tú conoce
lo insondable de nuestro corazón
a quien como a ti le pesan
nuestros dolores, nuestros errores
quien podría amar como tú
nuestra carne débil, nuestro barro frágil.
Hoy Señor vengo ante ti
bajo tu mirada a descansar.
Te entrego mi fe, mi esfuerzo, gratitud,
pues sólo Tú mueres por mí.
Hoy Señor vengo ante ti.
Hoy Señor vengo a pedir
que no te olvides de mí,
que me alientes una vez más,
que me vuelvas a levantar.
Contigo quiero caminar.
Hoy Señor vengo ante ti
con esperanza en tu Amor Salvador,
en tu Gloriosa Resurrección,
Amén, Amén.
Espera, mi Señor crucificado,
espera que despierte el corazón;
que, al mirarte silencioso y traspasado,
te dirá nuevamente su canción.
Cantando bajo el cielo de la noche,
al sentir, mi Señor, tu inmensidad,
cuando todo callaba junto a mí,
me cubría como un manto tu bondad.
Llorando bajo el cielo de la noche,
he dejado que muriera mi cantar;
y en la noche más oscura de mi vida,
tal vez Tú te cansaste de esperar.
Felices hombres del Señor
del mundo sean primavera.
El hielo funde con amor,
pues Dios es sol en nuestra tierra.
Al mundo en oscuridad
vuelves Jesús a revelar
lo que nos dice tu misterio.
Danos tu espíritu a vivir
puedes tu vida dar así,
el gozo eterno de tu reino.
En nuestra pobre sequedad
no ha sido fácil encontrar
el cielo abierto hacia tu reino.
Danos tu espíritu a vivir
pues nos dijiste al partir
“Yo viviré siempre en ustedes”.
Nuestra historia es posible traducirla
en la huella sangrante de tus pasos,
en tu rostro, Señor, en tus heridas,
en un tronco, en las espinas, en tres clavos.
El Señor es mi pastor (Salmo 22)
El Señor es mi pastor;
nada me habrá de faltar.
El Señor es mi pastor
¿qué me puede faltar?
En las verdes praderas
Él me lleva a reposar,
condúceme a las aguas del solaz
y mi alma reconforta.
Él me guía por sendas de justicia
por amor de su Nombre,
en oscura quebrada yo no temo
porque estás junto a mí,
tu cayado, la vara de tu diestra
son ellos mi confianza.
Para mí Tú dispones una mesa
frente a mis adversarios;
has ungido con óleo mi cabeza
y mi cáliz rebosa;
de bienes y de gracias gozaré
en tu casa mientras viva.