Espera, mi Señor crucificado,
espera que despierte el corazón;
que, al mirarte silencioso y traspasado,
te dirá nuevamente su canción.
Cantando bajo el cielo de la noche,
al sentir, mi Señor, tu inmensidad,
cuando todo callaba junto a mí,
me cubría como un manto tu bondad.
Llorando bajo el cielo de la noche,
he dejado que muriera mi cantar;
y en la noche más oscura de mi vida,
tal vez Tú te cansaste de esperar.