Madre del silencio
Como una tarde tranquila, como un suave atardecer,
era su vida sencilla en el pobre Nazareth.
Y en medio de aquel silencio
Dios le hablaba al corazón.
Como una tarde tranquila, como un suave atardecer,
era su vida sencilla en el pobre Nazareth.
Y en medio de aquel silencio
Dios le hablaba al corazón.
Tú la amada y favorecida por el Señor
Tú Madre de la inocencia y del amor
Tú que preguntas: ¿Cómo?, y no: ¿Por qué?
Tú que te haces servidora de Dios.
"No temas", dice el ángel
porque has encontrado el favor del Señor,
y en la cruz ha vencido, tu Hijo, Nuestro Salvador.
Tú la amada y favorecida por el Señor
Tú Madre de la inocencia y del amor
Tú que preguntas: ¿Cómo?, y no: ¿Por qué?
Tú que te haces servidora de Dios.
"No temas", dice el ángel
porque has encontrado el favor del Señor,
y en la cruz ha vencido, tu Hijo, Nuestro Salvador.
Madre de los pobres
los humildes y sencillos
de los tristes y los niños
que confían siempre en Dios.
Tú, la más pobre,
porque nada ambicionaste
Tú, perseguida, vas huyendo de Belén
Tú, que en un pesebre
ofreciste al Rey del Cielo,
toda tu riqueza
fue tenerlo sólo a Él.
Tú, que en sus manos,
sin temor te abandonaste,
Tú, que aceptaste
ser la esclava del Señor,
vas entonando un poema de alegría
«canta, alma mía,
porque Dios me engrandeció».
Tu voz de Madre aún se escucha, María
pidiendo el vino del amor
a tu hijo, el salvador,
ese vino que hoy está repartido,
por los lagares del mundo
en cada hombre que espera.
Ven hoy, María,
el Señor está contigo
y juntos nos queremos alegrar,
y que hoy el vino sea
la juventud del alma,
la luz de nuestro caminar.
Son múltiples los recuerdos que, en la generalidad de los católicos adultos, evoca este mes de mayo: plenitud de vida, eclosión de primavera, primer enamoramiento, escarceos amorosos, recuerdo de la madre, gestas patrióticas, fiestas religiosas, celebraciones familiares, piedad mariana, mes de las flores, etcétera.
Tales remembranzas perduran al paso de los años en el niño que todos fuimos y que aún llevamos en el hondón del alma y dentro de nosotros. No se borran fácilmente.
El aborto mata a miles, millones de embriones y fetos. Los mata precisamente
en el seno materno, en un rincón maravilloso en el que todos los adultos hemos
transcurrido los primeros meses de nuestra vida humana. Los mata muy cerca del
corazón de sus madres: madres que deciden libremente o que son obligadas a
acabar con la vida de sus hijos.
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No podemos acabar este retiro sobre el sacerdocio sin lanzar nuestra mirada a la Madre del primer Sacerdote, a quien engendró, alimentó, educó y formó con su cariño, con su fe y con su amor. Ella también quiere ir forjando en mí las virtudes propias de un sacerdote.
C.L. Contemplar a María en el Calvario.
Petición: María, alimenta mi sacerdocio con tu cariño y protección, forja en mí las virtudes de tu Hijo sacerdote.
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea, en tan graciosa belleza. A Ti celestial princesa, Virgen Sagrada María, te ofrezco en este día, alma vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía.
Amén.
Señor, que suba hoy hasta Ti una súplica que es la ilusión de mi vida. Concédeme la gracia de que algún día llegue a ser la madre de un sacerdote.