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Madre de la divina misericordia

Cuando pensamos que Dios necesitó del hombre para ofrecer su Amor salvador. Cuando pensamos que quiso venir al mundo para caminar a nuestro lado. Cuando pensamos que el Cuerpo de Jesús necesitó una Madre que lo acogiese y amase para estar entre nosotros. Cuando pensamos que no hay Redención sin efusión de Sangre, y que no hay Sangre sin Encarnación... Entonces no podemos dejar de mirar a María, y llamarla, con el corazón lleno de esperanza, usando uno de sus títulos más bellos de la piedad mariana: “Madre de la divina misericordia”.

Hablar con la Madre, hablar con María

Es hermoso poder tener un momento, en la tarde, con la madre. Poder recordar los días de la infancia, los juegos y las enfermedades, los viajes y los días de lavar la ropa, los desórdenes de la cocina y las peleas de las hormigas en la panera. Poder recordar esos ratos junto al lecho, cuando la sangre salía por la boca, cuando la fiebre subía por la tarde, cuando no había manera de probar un bocado de comida hecha a base de cariño y de paciencia.

Día de la Madre, día de la Iglesia

Todos recordamos a nuestras madres en el día que dedicamos a ellas. Quizá algunos llorarán a la madre que ya dejó la tierra hace algún tiempo. Otros visitarán a su madre anciana, ya abuelita venerable, y le darán un regalo, comerán juntos y recordarán pequeñas historias de la infancia. Otros simplemente podrán usar el teléfono, porque se encuentran lejos de casa, y mamá espera con ansiedad la llamada del hijo ausente.

Una madre heroica: Cristina Cella

Ricardo tenía sólo dos meses de vida cuando su madre, María Cristina Cella, descubrió que estaba enferma de cáncer. Era el año 1994, en una ciudad italiana cerca de Milán. María Cristina y Carlo Mocellin, hasta ese momento, eran unos padres felices. Tenían otros dos hijos, Lucía y Francisco. Podían decidir el uso de medicinas para curar a la madre, pero a riesgo de que Ricardo muriese. Cristina tomó una decisión valiente, difícil, heroica.

¡Hijos, he aquí a su Madre!

María tiene la misión de darnos a Cristo. Debemos mostrar nuestro aprecio y amor hacia ella imitándola en sus virtudes.

1. “Jamás hizo esto con otra nación”. Todavía están descubriendo muchos detalles desconocidos en el cuadro de Nuestra Señora de Guadalupe, como por ejemplo, las figuras que están registradas en los ojos de la Virgen. Pero por encima de todas esas maravillas, hay otra todavía mayor: el hecho de que Dios escogió a México para revelar la imagen de su Madre.

“Madre mía, que quien me mire, te vea”

María-Teresa, en plena adolescencia, entra a formar parte de la Congregación mariana del Instituto donde realiza sus estudios. Recibe una medalla de la Virgen. Detrás de ella puede escribir una frase, escogida libremente. Después de reflexionar un poco, formula esta breve oración: “Madre mía, que quien me mire, te vea”.

María-Teresa González-Quevedo había nacido en Madrid el 12 de abril de 1930. Su familia vive en la capital de España, y ofrece a la hija y a sus otros dos hijos una buena educación cristiana.

Madre de la divina misericordia

Cuando pensamos que Dios necesitó del hombre para ofrecer su Amor salvador. Cuando pensamos que quiso venir al mundo para caminar a nuestro lado. Cuando pensamos que el Cuerpo de Jesús necesitó una Madre que lo acogiese y amase para estar entre nosotros. Cuando pensamos que no hay Redención sin efusión de Sangre, y que no hay Sangre sin Encarnación... Entonces no podemos dejar de mirar a María, y llamarla, con el corazón lleno de esperanza, usando uno de sus títulos más bellos de la piedad mariana: “Madre de la divina misericordia”.

Hablar con la Madre, hablar con María

Es hermoso poder tener un momento, en la tarde, con la madre. Poder recordar los días de la infancia, los juegos y las enfermedades, los viajes y los días de lavar la ropa, los desórdenes de la cocina y las peleas de las hormigas en la panera. Poder recordar esos ratos junto al lecho, cuando la sangre salía por la boca, cuando la fiebre subía por la tarde, cuando no había manera de probar un bocado de comida hecha a base de cariño y de paciencia.

Madre de los cansados

Madre de los cansados,
reina de los pañales,
las escobas y los panes
y el trajín de la cocina.
Todos los pobres la miran,
señora de la pobreza,
hoy le golpeamos la puerta
para pedir por favor
que la tenga siempre abierta
porque es mucha la aflicción.