Pasar al contenido principal

U

Un nuevo sacerdote, un nuevo susurro de Dios

Dios sigue entre nosotros. Sigue en cada obispo, en cada sacerdote, en cada cristiano que vive a fondo el Evangelio. Sigue en su cariño, en la lluvia y el sol, en el pan y en el hogar, en cada niño que nace y en la fidelidad de unos esposos que se aman con locura.

Dios no se cansa de amarnos, de buscarnos, de caminar a nuestro lado. Es verdad que a veces el mal parece tan grande que nos olvidamos de su amor, que pensamos en su silencio como si fuese debilidad o impotencia.

Un tesoro escondido

 

De niños nos gustaba buscar tesoros. De grandes nos gustaría encontrarlos, hacernos con ellos sin peligros y sin graves esfuerzos.

No es fácil encontrar un tesoro que valga de verdad. Para el cristiano, sin embargo, el tesoro ya está a nuestro alcance, es posible conseguirlo en cualquier lugar, en cualquier momento.

Un profesor evolucionista

 

 

El profesor había dado una clase magistral. La química, la embriología, la paleontología, la botánica, la zoología: todo servía para probar la evolución. Darwin fue un genio (desde luego, había que mejorarlo), los neodarwinianos un portento, los etnólogos unos expertos, y... y los pobres creyentes, seres desfasados que todavía creen en la verdad de la Biblia y en el mito de que el hombre ha sido hecho a imagen y semejanza de Dios.

Una misa dominical

 

 

El sacerdote grita, según sus posibilidades, las primeras palabras de la misa. A su alrededor se mueve un grupo vivo y desnivelado de acólitos, algunos más inquietos, otros tranquilos, con pantalones de mil colores debajo de un roquete que llega hasta las rodillas.

Delante, en las primeras filas, está una muchedumbre de niños. Miran hacia delante, o litigan con el de al lado. Detrás, algunas señoras intentan poner orden entre los más pequeños.

Un Dios amigo nuestro

 

A todos nos gusta que alguien piense en nosotros. Dos ojos que nos miran con cariño causan en nuestro corazón un estremecimiento profundo, confortante y alegre. Vale la pena vivir si se nos ama. Vale la pena ir al trabajo si encontramos a alguien que nos sonría. Vale la pena volver al hogar cuando el esposo o la esposa, los padres o los hijos, nos besan suavemente, nos muestran de mil modos lo mucho que nos quieren.

Un camino

 

 

Un camino. Quedan atrás personas y recuerdos. Los padres, hermanos, maestros, amigos y vecinos. Una historia, unos hechos, un pasado que queda escrito. Lágrimas y alegrías, triunfos y coscorrones, pasteles y vacunas, libros y garabatos. Una cicatriz en la cara, un diploma en la pared, y una foto en la que cabían todos, felices, familia unida.