La conversión del corazón
La conversión del corazón
La conversión del corazón
(Jn 19,25-27)
"El amor que no se alimenta en el sacrificio se hace trivial, común, banal, superficial...El amor que se nutre de cruz se hace profundo, se acrisola, se purifica, se hace fecundo".
Los niños aman el cuento porque en él encuentran la reconstrucción del orden. Ellos viven en un mundo al que perciben desordenado y con falta de armonía, y en el cuento todo se rehace.
La vida está llena de desafíos. Vivir es enfrentarse a continuos retos, y en el relato se suelen dar riesgos, situaciones perturbadoras y sucesos restituidores del orden. El cuento modula las actitudes y los sentimientos para interpretar al mundo y enfrentarlo desde ciertas ópticas.
Leo Trese trata de ilustrar lo que es el Cielo así: “Supón que en el Cielo llevas un reloj que tiene cuerda para ocho días, y que cada hora allí, representa sesenta billones de años. Nada más llegar, le das toda la cuerda y luego miras un instante a Dios. Una mirada que te hace inmensamente feliz. Luego vuelves a mirar el reloj y observas, asombrado, que ya no tiene cuerda. Esos sesenta billones de años te parecieron un instante de los feliz que eres”. Este ejemplo, además de ser inadecuado, se queda corto. Porque tratándose de Dios y del Cielo, no hay peligro de exagerar.
“Imaginemos un caracol, un caracol de jardín. Recorramos con la mente la espiral que decora su concha y que le sirve de casa. Pensemos en la manera en que disfruta la humedad después de la lluvia. Parecería que le entusiasma tanto como a algunos de nosotros cuando retozamos entre las olas del mar (...). En el interior de la cubierta de roca de un caracol, así como dentro del ser más admirable y amado se encierra la historia del cosmos. Conocerlos a profundidad sería entender en detalle cómo se originó el universo (...). El caracol lleva a cuestas su casa. ¿Y nosotros?
Según
la teoría de Dobson, es muy bueno para el niño recibir los oportunos
castigos o probar el amargo sabor del aceite de resina. Su posición
nace de la simple naturaleza. Constatamos que si el niño agarra una
perola caliente, se quema; y que si mete los dedos por los agujeros del
contacto, recibe una descarga nada agradable. De la misma manera, si el
niño se comporta mal, recibe el castigo.
Una disciplina consistente hace posible que el pequeño pronostique las consecuencias de sus actos.
El niño de antemano debe saber lo que le espera respecto a su
conducta y conocer las consecuencias le ayuda a desarrollar la auto
disciplina.
La
idea de que los valores son una creación individual se remonta a muchos
años atrás. De los años sesenta a los ochenta, esta corriente
ideológica se infiltró en el sistema educativo americano hasta llegar a
ser el modelo más popular.