La historia de un chino sabio
¿Sabemos aprovechar las adversidades?
1. Para saber
Había una vez un campesino chino, pobre pero sabio, que trabajaba la tierra duramente con su hijo. Un día el hijo le dijo: “¡Padre, qué desgracia! Se nos ha ido el caballo”.
“¿Por qué le llamas desgracia? –respondió el padre– veremos lo que trae el tiempo...”
A los pocos días el caballo regresó, acompañado de otro caballo. “¡Padre, qué suerte! -exclamó esta vez el muchacho- Nuestro caballo ha traído otro caballo”.
“Por qué le llamas suerte? –repuso el padre– Veamos qué nos trae el tiempo”
En unos cuantos días más, el muchacho quiso montar el caballo nuevo, y éste, no acostumbrado al jinete, reparó y lo arrojó al suelo. El muchacho se quebró una pierna.
“¡Padre, qué desgracia! –exclamó ahora el muchacho–. ¡Me he quebrado la pierna!”
Y el padre, retomando su experiencia y sabiduría, sentenció:
“¿Por qué le llamas desgracia? ¡Veamos lo que trae el tiempo!”
El muchacho no se convencía, y se quejaba mucho en su cama. Y más que por el dolor, pues ya no tenía, por el hecho de no poderse mover. Pocos días después pasaron por la aldea los enviados del rey, buscando jóvenes para llevárselos a la guerra. Vinieron a la casa del anciano, pero como vieron al joven con su pierna entablillada, lo dejaron y siguieron de largo.
El joven comprendió entonces que no podemos dar como absolutas las cosas de este mundo, pues desconocemos todos los elementos que lo componen y no sabemos tampoco el futuro.
2) Para pensar
La vida da muchas vueltas. Solo Dios sabe todos los factores que concurren en nuestra vida. Lo mejor es confiar en Él. Pues habiéndonos creado para llegar a Él, eso significa que nunca nos faltarán los medios para alcanzarlo. Las cosas que nos pueden parecer malas en realidad nos podrán ayudar a llegar a la vida eterna, que es el fin de todo ser humano.
Por eso nos dice San Pablo que “sabemos que todas las cosas cooperan para el bien de los que aman a Dios, los que según su designio son llamados. Porque a los que de antemano conoció también los predestinó para que lleguen a ser conformes a la imagen de su Hijo” (Rom 8, 28-29).
Alcanzar la vida eterna es conformarnos con la imagen de Cristo, es parecernos a Jesús. Dios nos da todos los medios para lograrlo, pero requiere que nosotros sepamos y queramos aprovecharlos. Por ejemplo, respecto al sufrimiento que padecen las personas, no es en sí lo que quiere Dios. Sino que el sufrimiento y la muerte son consecuencias del pecado que el hombre ha introducido al mundo, no fue hecho por Dios. Lo que sí Dios ha hecho es que podamos aprovechar ese sufrimiento para nuestro bien, al saberlo llevar y ofrecerlo por nosotros y por los demás. Esa es una forma de irnos pareciendo a Cristo que también sufrió y mucho.
3) Para vivir
Si sabemos aprovechar todo para nuestro bien, lo bueno y lo que nos parece malo, lograremos, además de irnos ganando el Cielo, pasar mejor por esta vida.
Es decir, no haremos una tragedia ante las dificultades de las que nadie se escapa. Y viendo que esas dificultades las podemos aprovechar para nuestro bien, traerán también paz y serenidad al alma.
San Josemaría Escrivá, recordando a San Pablo, solía resumirlo en una frase, que podemos repetirnos cuando veamos las cosas un tanto oscuras: “Todo es para bien”.