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El Papa

El Papa en la mira

La agencia “Associated Press” (AP) acaba de publicar una carta del entonces Card. Ratzinger en la que supuestamente postergaba la remoción del ministerio al pederasta Stephen Kiesle. Esta nota dio la vuelta al mundo ayer, y ha dejado un halo de sospecha sobre Benedicto XVI. Pero ¿el actual Papa defendió realmente a un pedófilo?

El Papa y los abusos: la verdad completa se abre paso en la red

He dedicado unas buenas horas durante los días de Semana Santa y Pascua a leer con más detenimiento todo lo que ha escrito en el último mes The New York Times sobre los abusos sexuales cometidos por sacerdotes. El primer dato que llama la atención es la cantidad de textos que han dedicado al asunto: más de setenta en menos de treinta días, y algunos más bien largos; en dos ocasiones, que yo recuerde, en primer página.

El Papa, víctima

Benedicto XVI probablemente recordará la semana pasada como una de las más amargas de su pontificado. El intento, por parte de los de siempre, de implicarle en la protección a un sacerdote pederasta ha hecho sufrir, con toda seguridad, al Santo Padre, que ha visto su honor ultrajado.

De rodillas

Los ataques que ha recibido el Papa –el hecho de que la voz cantante la haya llevado el periódico The New York Times sirve para identificar quién está detrás- buscaban no sólo herir a la cabeza de la Iglesia, sino poner a ésta de rodillas, pidiendo una tregua, a cambio de la cual debería pagar un impuesto (bajar el nivel de su crítica al relativismo, al aborto y, quizá, algún compromiso político en Oriente Medio).

Un Papa santo

Cuando está a punto de cumplir ochenta y tres años y cinco como Papa, es un buen momento para hacer balance de la gestión de Benedicto XVI. Cada vez que se examina la labor de un Pontífice hay que ver, al menos, tres aspectos: su ejemplo personal, la tarea que ha realizado hacia dentro y la que ha llevado a cabo hacia fuera.

El Papa mártir

Juan Pablo II fue el “Papa Magno”. Cuando murió, antes de que fuera elegido su sucesor, era frecuente oír esto: “El Papa Wojtyla ha dejado unos zapatos que será difícil que alguien pueda calzar sin que le vengan grandes”. Benedicto XVI fue llamado al pontificado como alguien que tenía prestigio intelectual, acreditada honestidad moral y una hoja de servicios impecable. Sin embargo, todos le veíamos como un “Papa de transición”, como alguien que debía continuar la tarea iniciada por su predecesor y no durar mucho tiempo en el cargo debido a la edad que ya tenía.

Cielo e infierno

Lo que realmente importa es llegar al Cielo y ser felices por la eternidad;

para ello hay que pasar por trabajos, tribulaciones y pruebas ya que no estamos en el paraíso terrenal sino en pleno campo de batalla. El libro del Apocalipsis dice que los que están delante del Cordero, esto es, de Jesús “son los que han venido de una tribulación grande, y lavaron sus vestiduras y las blanquearon con la sangre del Cordero” (Apoc 7,14); es decir, los que confesaron sus pecados con verdadero arrepentimiento.

Ángelus y Regina coeli

Todos los días, en algún lugar del mundo dan las doce –por el movimiento de rotación de la tierra-  y se reza el Angelus sucesivamente. Al rezar esta oración centrada en la encarnación del Verbo, nos sumergimos en la contemplación del misterio de Cristo.  

La costumbre de contemplar el anuncio del ángel Gabriel a María de Nazaret (Lc. I, 26-38) influyó en las comunidades cristianas de los primeros siglos en la comprensión del misterio de la encarnación. Dan fe de ello las aportaciones de los Padres, tanto orientales como occidentales.  

Acercar a la gente a Dios

El Concilio Vaticano II es el concilio de nuestro tiempo y uno de los más importantes de nuestra historia. Es convocado por el Papa Juan XXIII. Cuando a Juan XXIII le preguntaron: ¿Por qué hacer un concilio? Su respuesta fue profética:

—“Porque necesitamos abrir una ventana. Necesitamos aire fresco”.

 

No se trataba de sancionar doctrinas o condenar errores. Se trataba de una renovación de la vida de la Iglesia, de tener un diálogo con el mundo. No se trataba de hacer diagnósticos deprimentes sino de dar remedios alentadores y mensajes de esperanza.