“La actual crisis financiera en Estados Unidos, es una tragedia de enormes dimensiones. Sin embargo, en México, somos un pueblo solidario y los miembros de cada familia se ayudan entre sí”.
La frase anterior que leí esta semana por el internet, no he dejado de pensarla.
¡Cuánta razón tiene el que la escribió!
¿Qué sería de México sin esa inclinación de su gente a sentirse unida a sus semejantes y a colaborar con ellos? ¿Cuántas familias de otros países en la actualidad no saben expresarse entre sí está unión y cooperación que los mexicanos nos manifestamos unos a otros, sobre todo en los momentos difíciles?
Estos dos últimos fines de semana, mi familia y yo hemos convivido con una chica de la Ciudad de México que se recupera de una larga enfermedad.
La historia de esta jovencita de 21 años no sería tan afortunada si no es por el apoyo y el amor incondicional que le ha brindado su familia a lo largo de una década. Ella cayó en la anorexia a los 12 años y desde entonces ha vivido una situación verdaderamente difícil y angustiante. Ha estado internada en diversas clínicas especializadas en desordenes alimenticios. Los mejores centros de España, México y Estados Unidos. Sus padres no han escatimado esfuerzo alguno para que su hija recupere la salud.
A lo que voy, como usted ha de imaginar, es al punto de cómo ha logrado el papá de esta joven conseguir el dinero suficiente para un tratamiento tan costoso y de tantos años. Precisamente, unos tíos de este señor (que nunca pudieron tener familia) al enterarse del problema de su sobrina, le ofrecieron al padre el apoyo económico necesario para sacar a su hija adelante.
Hoy, gracias a la tenacidad y esfuerzo de sus papás y hermanas, y al apoyo económico de sus tíos, esta hermosa joven, buena estudiante, deportista y llena de proyectos, después de 10 años de luchar contra la anorexia, está por ser dada de alta y volver a su vida normal.
La primera reflexión de esta historia ¿qué hubiera sido de esta niña sin el clima de confianza, cariño y solidaridad que la llevó a superar su larga enfermedad? ¿Si sus padres no hubieran entregado cada minuto de su vida por ella, o sus hermanas no hubieran estado allí, al pie del cañón en todo momento para animarla y empujarla a salir adelante? ¿Cuál habría sido la historia de esta jovencita si sus tíos no le hubieran brindado el apoyo económico que necesitaba?
Volviendo a la reflexión inicial, hay que decir sí, claro que sí hay una gran diferencia entre Estados Unidos y México en esta crisis económica.
La diferencia se llama ‘solidaridad mexicana’. Las familias mexicanas que, a diferencia de otras familias extranjeras, suelen cerrar filas, ayudarse y apoyarse mutuamente en los momentos difíciles.
¿Por qué salimos adelante en la crisis del 76 con Luis Echeverría, o en la del 82 con José López Portillo, o la del 95 con Ernesto Zedillo? Porque más allá de lo que hizo o dejó de hacer el gobierno, ha sido la respuesta solidaria que se ha dado en cada familia, en cada hogar mexicano para afrontar la adversidad lo que ha hecho la diferencia en las épocas de crisis a lo largo de nuestra historia.
Ojalá que en estos días, los padres de familia sepamos transmitir a nuestros hijos este valor tan nuestro llamado solidaridad. Que nos vean ayudar, en la medida de nuestras posibilidades, a quienes más lo necesitan. Para que entonces aprecien y se den cuenta que si en algo somos expertos los mexicanos es en nuestra capacidad de unión y cooperación. En nuestra generosidad para dar afecto y ayuda a los más necesitados.
No hay más. Por eso nos insistió el Cardenal Norberto Rivera en el pasado Encuentro Mundial de las Familias: “Reconocer y ayudar a la familia es uno de los mayores servicios que se puede prestar hoy en día al verdadero desarrollo de los hombres y de las sociedades, así como la mejor garantía para asegurar la dignidad, la igualdad y la verdadera libertad de la persona humana”.
¡Que viva la familia… que viva la solidaridad de las familias mexicanas!