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No, amigo lector, definitivamente no leyó usted mal el título de este artículo. Robert Schuman, el llamado “Padre de la actual Unión Europea”, va camino a los altares. El 9 de junio de 1990, Mons. Raffin, obispo de Metz, abrió el proceso de beatificación de este ilustre político. El Postulador de esta Causa es el Instituto de San Benito, Patrón de Europa, y son ya varios centenares de testigos -que lo conocieron y trataron-, los que han declarado ante el Tribunal Eclesiástico sobre las virtudes heroicas de este Siervo de Dios. Se ha concluido la fase diocesana del Proceso y toda la información recabada ha sido enviada a la Santa Sede, quien tiene la última palabra.
Este 2008, se cumplen 50 años en que Robert Schuman fue nombrado Presidente de la Asamblea Parlamentaria de Europa. Su figura es una luminaria en la Europa moderna. Le imprimió un tono humanista a la acción política, con una permanente actitud constructiva y positiva, con un trasfondo cristiano. Sobre todo, fue un hombre muy coherente entre sus convicciones y su función en la vida pública, poseedor de una habilidad política admirable. Los tiempos que le tocaron vivir, aunque fueron particularmente difíciles, nunca se dejó acobardar ni desanimar.
¿Cuáles son sus rasgos biográficos más destacados? Nació en Luxemburgo en 1886. De sus padres recibió una buena formación cristiana. Se graduó en Derecho en la Universidad de Humboldt de Berlín. Desde joven se interesó por la actividad política. Era un ferviente católico y un convencido de que en la política había que actuar siempre con honestidad y hombría de bien. Afirmaba que nunca se justificaba, en este terreno, la mentira y el engaño.
En 1919 fue elegido diputado de Mosela (Francia). Impulsó la Confederación francesa de trabajadores cristianos.
Por razones de salud, no pudo combatir durante la Primera Guerra Mundial. Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial le invitaron a formar parte del gobierno francés del Mariscal Pétain, como una república satélite del nacionalsocialismo alemán de Adolfo Hitler. Schuman se negó a participar en este gobierno, fue perseguido, y tuvo que vivir una larga temporada en la clandestinidad hasta la expulsión de los nazis.
Al término de esta conflagración mundial, se convierte en uno de los principales líderes de esta Cuarta República Francesa y fue nombrado Ministro de Finanzas y, posteriormente, Ministro de Asuntos Exteriores.
Su preocupación central era que Europa no podía continuar desgarrándose con frecuentes guerras y divisiones. Por otra parte, había que ayudar a todos los países del continente -incluyendo a la derrotada Alemania- a salir adelante y a tener un sólido progreso económico y social.
Para ello propuso un plan audaz e inédito: la creación franco-alemana que aprovechara conjuntamente el carbón y el acero y beneficiara a ambos países. Su propuesta fue bien acogida y tuvo un éxito inmediato. Muy pronto, este sistema de colaboración se extendió a otros países europeos con el objetivo de formar un espacio libre de circulación de personas, mercancías y capital. Estaba Schuman firmemente persuadido que este plan cruzado de intereses comunes evitaría nuevas guerras. Para la creación de una nueva Europa solidaria, elaboró un importante documento, conocido como “La Declaración Schuman” que fue firmada por los países europeos el 9 de mayo de 1950, luego de intensos debates y reajustes. Su iniciativa prosperó gracias a la tenacidad y paciencia de este político que nunca se desalentó, a pesar de que la gran mayoría de los expertos le pronosticaba un sonoro fracaso por proponer una especie de “sueño irrealizable”. Pero al final triunfó su habilidad negociadora, apoyado en Konrad Adenauer, Jean Monnet y Alcide De Gasperi y algunos otros insignes políticos y diplomáticos.
En síntesis, ¿cuáles eran las propuestas de Robert Schuman sobre Europa?
1. Europa debe ser dueña de su destino.
2. Europa debe hacerse su propia alma e identidad.
3. La integración política debe ser el complemento necesario de la integración económica.
4. Los países políticamente integrados tomarán en común las decisiones de alcance internacional.
5. La unidad política no significa la absorción de la nación. Personalmente, este político siempre se consideró “alsaciano, francés y europeo”. Es decir, manifestaba que no había contradicción alguna en amar a la región de origen, a su país y a su continente.
6. La integración política no significa la sumisión de la soberanía nacional.
7. El vínculo europeo no llevará consigo la negación de la patria.
8. Europa es la cuna y la guardiana de la democracia.
9. Europa debe volver a ser una gran guía para la humanidad.
10. La Europa unida prefigura la solidaridad universal del futuro.
A más de medio siglo de distancia, sorprende su visión profética sobre el destino universal de su continente. Actualmente observamos como es un continente unido en lo económico, en lo social, en las decisiones políticas comunes. La fuerza política y económica que ha adquirido la Unión Europea -en un período relativamente corto de tiempo- es asombrosa. Hoy en día, resulta un eficaz contrapeso mundial sobre las decisiones político-económicas de Estados Unidos.
Schuman sostenía que es innegable el hecho de que la civilización europea hunde sus raíces en el cristianismo. Afirmaba que la democracia griega, en realidad, negaba la igualdad de todos los hombres y se aplicaba a una élite de nacimiento. La democracia, tal como la conocemos en la actualidad, que reconoce la igualdad de los derechos de todas las personas humanas, sin distinción ni excepción, se debe al cristianismo. El primero que enseñó la igualdad de naturaleza de todos los hombres, hijos de un mismo Dios, sin distinción de raza, de color, de clase o de profesión, fue el cristianismo. La ley universal del amor y de la caridad ha hecho de todo hombre un prójimo nuestro, y en ella se apoyan desde entonces las relaciones sociales en el mundo cristiano. Esta silenciosa revolución se llevó a cabo bajo la inspiración progresiva del Evangelio en los pueblos y en las diferentes culturas y generaciones hasta nuestro tiempo.
En resumen, llegó a la misma conclusión del filósofo Bergson, de que “la democracia es de esencia evangélica, porque tiene por motor el amor”. Y todavía llegó a una conclusión más profunda porque argumentaba que “la democracia será cristiana o no será. Una democracia anticristiana será una caricatura que naufragará en la tiranía o en la anarquía”.
También vislumbró los graves peligros de la educación laica, específicamente la que pretende arrancar a Dios y toda creencia religiosa y moral de las aulas. Ya desde 1925 advirtió: “La escuela laica es la gran máquina para descristianizar Francia. La rechazamos.(...) El objetivo final está claro. Se intenta asfixiar la vida religiosa en el país y en el pueblo. Por el amor a nuestros hijos queremos impedir que se llegue a ese resultado.(...) No podemos traicionar el alma de nuestro pueblo”. Y animaba a sus paisanos franceses a no estar adormilados políticamente, a desconfiar de quienes intentan engañar y confundir a la gente sencilla y les hacía ver que se estaban dando pasos graduales de descristianización en Francia y que había que oponerse a esa imposición ideológica.
En esto, también, la visión de Schuman fue profética. Lo que hoy presenciamos en muchos países de legalizaciones de la eutanasia, el aborto, las drogas, el divorcio, la experimentación con embriones humanos y el plan sistemático para socavar los valores de la familia, tiene como fin último sustituir la civilización cristiana y retroceder de nuevo a una civilización pagana, materialista y atea.
Robert Schuman murió el 4 de septiembre de 1963. Había cumplido, al final de su vida, su sueño de contemplar a una Europa que se encaminaba cada vez más a la unidad. También realizó otro viejo sueño de visitar Tierra Santa. A medida que se acercaba el término de su vida (padecía de una esclerosis progresiva de las arterias cerebrales) su labor pacificadora y reconstructora de la nueva Europa fue reconocida prácticamente por todos los Mandatarios de los países y los Romanos Pontífices. A sus funerales asistieron más de 500 personalidades de Francia y el mundo entero. El entonces Presidente de Estados Unidos, John Kennedy escribió: “Era un ciudadano de Francia, de Europa y del mundo. Al sentido de las perspectivas del futuro, unía el de las realidades inmediatas”.
Sin duda, a partir de Schuman, esos exacerbados nacionalismos europeos, que fueron la causa de tantas guerras y muertes, quedaron sepultados. Esta vida apasionante del “Padre de Europa” aparece como un magnífico testimonio histórico, manifestando con su vida que se puede ser un buen cristiano -con una intensa vida espiritual- y un brillante político. Su legado nos dejó un ejemplo de que -si se ponen los medios adecuados- entre los pueblos puede existir solidaridad y fraternidad. Y además, demostró que se puede conciliar perfectamente el hecho de ser un destacado político y, a la vez, ser un hombre santo.
Cfr.: Lejeune, René, “Robert Schuman, Padre de Europa (1886-1963)”, Ed. Palabra, Madrid, 2000. 255 páginas.