¿Qué son las virtudes cardinales?
Hay dos grandes tipos de virtudes: las infusas y las naturales. Las primeras las da Dios directamente y las segundas son el resultado de un continuo repetir actos buenos. Dentro de las virtudes infusas hay una subdivisión más: por una parte están las virtudes teologales y por otro las cardinales.
Las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad) ordenan todas nuestras capacidades y fuerzas al fin sobrenatural que es Dios. Las virtudes cardinales (templanza, prudencia, justicia y fortaleza) disponen esas mismas capacidades y fuerzas pero a los medios que conducen al fin: ordenan los actos humanos a Dios.
Se llaman cardinales porque son como la bisagra o gozne (herraje articulado con que se fijan las hojas de las puertas y ventanas al quicial para que, al abrirlas o cerrarlas, giren sobre aquel) sobre el que descansa toda la vida moral humana. También las llamamos así porque son como ciertas condiciones necesarias para cualquier otra virtud.
Desde antiguo se han reducido las virtudes a cuatro principales. Filósofos como Sócrates, Platón, Aristóteles, Macrobio, Plotino y Cicerón hablaron expresamente de ellas considerándolas virtudes quiciales. La Sagrada Escritura nos habla de ellas en el libro de la Sabiduría (Sap 8,7) al afirmar que nada hay más útil a la vida del hombre que la templanza, la prudencia, la justicia y la fortaleza: “Y si amas la justicia, los frutos de la sabiduría son las virtudes, porque ella enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la fortaleza, las virtudes más provechosas para los hombres en la vida”. Sin embargo, fue san Ambrosio quien las llamó por vez primera cardinales.
¿Por qué son importantes? ¿Por qué escribir sobre ellas? Por su influencia sobre tantas otras anejas y subordinadas. Para entender el gran mundo de las virtudes sobrenaturales hay que ir a sus bases. O lo que es lo mismo: si queremos cortar con un vicio debemos ir a la raíz del vicio, no lo periférico o a lo inmediato como podría considerarse a la virtud opuesta. Y es que las virtudes cardinales comunican su modo, su manera de ser, su influencia a todas las otras.
Cada una de las virtudes cardinales tiene un cúmulo de derivadas. La prudencia abarca las virtudes acerca del conocimiento (memoria, entendimiento, docilidad, sagacidad, razón, circunspección, providencia y precaución), para el gobierno (política, económica y militar) y otras más como la eubolia (virtud que ayuda a hablar convenientemente), la synesis (virtud que nos ayuda a juzgar según las reglas comunes) o el consejo.
La justicia comprende virtudes como la religión, la piedad, la obediencia, la dulía (obediencia debida al superior), la gratitud, el justo castigo, la fidelidad, la simplicidad, la afabilidad, la liberalidad y la equidad.
Ligadas a la fortaleza están virtudes como la magnanimidad, magnificencia, paciencia, longanimidad, perseverancia y constancia.
A la templanza relacionamos virtudes como la vergüenza, honestidad, abstinencia, sobriedad, castidad, virginidad, continencia, mansedumbre, clemencia y modestia.