(Lc 2, 51-52)
María, con la espada bien clavada en el corazón, sale del templo, adolorida. Jamás hubiera pensado que fuera tan duro ser la madre de Dios. Tuvo que redimensionar mucho sus pensamientos. Ese santo orgullo que sintió en Belén por ser la madre de Dios, por tener entre sus manos al mismo Hijo de Dios, ahora ese mismo orgullo viene purificado por la espada de dolor.
Y ahora se dirige a Nazaret, con el niño en sus brazos. Pesaba un poco más, porque comenzó a llevar desde este momento la cruz de su Hijo...y la cruz de su hijo pesa mucho, porque está labrada con los pecados de todos los hombres. Comienza María a ser corredentora; en la cruz, su Hijo le confirmará en esta vocación.
¿Qué hizo en Nazaret durante esos largos treinta años?
Hizo de maestra y de discípula, al mismo tiempo.
I. MARÍA COMO MAESTRA
María formó a su hijo, lo educó. Nos parece una herejía decir que una persona humana, por muy santa que sea, haya podido ejercer realmente influencia sobre Dios, haya podido darle educación, formación.
Y sin embargo, es cierto: Cristo fue tan auténticamente educado por María como engendrado por ella. La divinidad de Jesús, lejos de obstaculizar la influencia materna de María, acentuó su fuerza. Él, Jesús, se dejó, en su humildad y vaciamiento, formar y educar como el mejor de los niños. Quería ser incluso perfecto niño, es decir: niño indefenso, necesitado de la protección, cuidado, educación de su mamá.
Perfecto niño no significa ser niño prodigio que al mes ya sabe hablar, a los cuatro ya toca un instrumento, a los ocho debuta en un concierto. Esto es ser un niño prodigio y un genio, pero no un niño como todos. Jesús quiso ser un niño como todos. Se dejó formar y educar, para darnos a nosotros ejemplo.
¿Qué formó en Cristo?
1) Su alma humana para la oración
¿De quién aprendió Cristo esa honda religiosidad, esa capacidad de interiorización, contemplación y silencio? De María, alma contemplativa. De ella aprendió a rezar, a elevar su pensamiento a su Padre, pues Jesús la veía todos los días a Ella rezar. Enseñó a su Hijo las oraciones tradicionales del judaísmo, palabra por palabra y frase por frase.
2) Su corazón
María fue educando el corazón de Jesús en la humildad, para que estuviera volcado sólo a Dios, su Padre, y a los hombres, sus hermanos. Encaminó el corazón de su Hijo no a buscar honores ni ambiciones ni a apetencias terrenas, sino a buscar la humildad: "Discite a me, quia mitis sum et humilis corde".
Su mismo Hijo, ya en el apostolado tratará de no manchar ese corazón humilde de su madre con ambiciones humanas y privilegios para su madre. Esto le hizo exclamar a Bernanos la siguiente frase: "su Hijo no permitió que la gloria humana la rozara siquiera. Nadie ha vivido, ha sufrido y ha muerto con tanta sencillez y con una ignorancia tan profunda de su propia dignidad".
Educó el corazón de su Hijo en la caridad y amor a los demás. ¿Por qué Jesús sentía compasión de la multitud, por qué su sensibilidad registraba las palpitaciones del corazón de los hombres, por qué para todos tenía sentimientos de bondad, cariño, cercanía? Si Jesús es amigo de publicanos y pecadores es porque lo aprendió de María.
3) Su fina sensibilidad y sus nobles sentimientos
¿De dónde le vino a Cristo esa fina sensibilidad, abierta a la belleza de la naturaleza: a los lirios del campo, a los pajarillos del cielo...? De su Madre. Cuando iban de paseo, María le iría ponderando todas esas maravillas de la naturaleza.
De Ella aprendió la gratitud. El "Te doy gracias, padre..." ¿no es el eco del himno de gratitud que María siempre entonaba en su casa de Nazaret?
4) Su voluntad y aguante
De Ella aprendió esa aceptación gozosa del plan de Dios, esa entereza ante el sacrificio: caminata, exilio, fuga a Egipto; la larga espera en Nazaret, ida del hijo a su Apostolado.
De Ella aprendió el aguante ante la pobreza que reinaba en Nazaret; la tenacidad ante las contradicciones...¡Cómo nos vienen a la mente los sufrimientos e injurias del patíbulo de la cruz, sufridos y soportados con una entereza digna de un hijo, cuya madre fue atravesada por una espada de dolor! Esa espada atravesó a madre e hijo.
II. MARÍA COMO DISCÍPULA
Por otra parte, Ella misma, como la hermana de Marta, se sentaba a los pies de su Hijo, iba llenando su alma de jugo espiritual, ahondaba en el conocimiento de su Hijo, sin dejarse llevar de la monotonía de la vida. También la rutina quiso arañar a María. Pero Ella nunca se acostumbró a vivir con su hijo. Mas bien, se abría al resplandor divino que su Hijo despedía.
Por eso, daba vueltas a cuanto veía y oía de su Hijo.
III. ALGUNAS APLICACIONES
Mi casa de formación es un Nazaret para intimar y disfrutar de Cristo, no para cansarme de Él: vivimos junto a Él, por Él trabajamos, nos desgastamos.
Estamos aquí para conocer sus deseos y anhelos, no para satisfacer nuestras curiosidades intelectuales. Por eso, un humanista que afloja en su oración, en su fervor eucarístico, en la lectura diaria del evangelio, por enfrascarse en sus estudios sin horizontes apostólicos...corre el peligro de absorberse y olvidar que debe estar siempre a la escucha de Cristo y dejarse transformar por Él, sin dar vueltas a su pasado ni mucho menos cristalizar mis defectos.