Finalmente la Santa Sede dio a conocer las conclusiones de la investigación hecha a la congregación de los Legionarios de Cristo.
En un hecho que muestra la gran voluntad del Papa Benedicto XVI de llegar hasta las últimas consecuencias frente a las fuertes denuncias contra el fundador de la obra, los obispos encargados de la visita apostólica pusieron en común toda su amplia investigación, habiendo entrevistado a más de mil legionarios y revisado cientos de testimonios.
El centro de la conclusión expresa que la Legión “requiere un camino de profunda revisión”. “Los gravísimos y objetivamente inmorales comportamientos del padre Maciel, confirmados por testimonios incontrovertibles, representan, en algunos casos, auténticos delitos y manifiestan una vida sin escrúpulos ni auténtico sentimiento religioso”.
Aunque esto es sólo el punto de partida para hacer los cambios, las implicaciones de ello requieren redefinir el carisma de la congregación, dejando la esencia de lo que implica una vida apostólica al servicio de la Iglesia y de los fieles.
La reflexión la podemos dejar por encima, como lo harían algunos medios, evaluando si fue suficiente o no lo fue, si el mansaje dejó a todos satisfechos o no. Hoy no queda la menor duda de que quienes denunciaron al padre Maciel tenían la razón y hoy es incuestionable cómo la misma Santa Sede lo expresa de forma sincera y transparente en su comunicado.
Pero no podemos dejar a un lado a los miles de miembros que forman parte de la Legión y del movimiento “Regnum Christi” y que han actuado de buena fe, convencidos por la idea de que tuvieron un fundador ejemplar que se fue cayendo poco a poco, hasta hoy constatar de la fuente más autorizada para decirlo que, lejos de ejemplar, tuvo conductas calificadas como delitos.
Los visitadores también atestiguaron “que han encontrado un gran número de religiosos ejemplares, honestos, llenos de talento, muchos de los cuales jóvenes, que buscan a Cristo con celo auténtico y que ofrecen toda su existencia a la difusión del Reino de Dios”.
Hay que entender que no se trataba de un sacerdote cualquiera, sino del fundador de una de las principales obras de la Iglesia que ha dado grandes frutos en vocaciones, presente en más de 30 países, 800 sacerdotes, 2 mil 500 seminaristas y 65 mil miembros laicos que dirigen 158 escuelas y 18 universidades, así como innumerables apostolados enfocados al bien común de la sociedades en las que están presentes.
Por esta razón tenía que irse al fondo de todo y determinar con precisión que es lo que estaba pasando, y de esta forma tener elementos precisos para poder actuar con contundencia.
Hoy sin duda la pregunta que nos tendremos que hacer es qué tan contundentes serán las medidas para que jamás se vuelvan a dar este tipo de comportamientos y qué camino de purificación tendrán que asumir todos los miembros de esta obra, que aunque no hayan estado involucrados, sí basaban parte de su apostolado en la cuasi-perfección de un ser humano que no supo ni siquiera asumir la más mínima de sus responsabilidades.
Como católicos miembros de la misma Iglesia debemos sentirnos decepcionados pero al mismo tiempo advertidos para aprender a vivir en la congruencia, a ser fuertes y no permitirnos ser arrastrados por esta cultura del materialismo, manifiesto en este tipo de conductas de pederastia, homosexualismo, traición a la vocación.
De esta forma no podemos atrevernos tampoco a juzgar sin antes hacer una clara reflexión de nuestra vida y nuestro comportamiento, sobre todo en lo referente a la caridad.
Recientemente los que somos católicos recordábamos las palabras de Jesucristo que les decía a los apóstoles “amaos los unos a los otros como yo los he amado” y, con esta constatación de los hechos sobre la Legión, vale la pena reflexionarlas.
Cristo nos ama hasta el extremo de dar su vida por todos y cada uno de nosotros (cristianos y no cristianos), con una actitud de caridad misericordiosa, perdonando hasta el extremo y con ello nos da la oportunidad de arrepentirnos de nuestras peores faltas.
En este sentido, a quienes entendemos la profundidad del mensaje evangélico, no nos queda más alternativa que acompañar a nuestros hermanos de la Legión y del “Regnum Christi” tomándolos de la mano, ayudándoles a encontrar ese nuevo camino. Después de un proceso como este, quien se mantenga firme en la vocación, saldrá fortalecido.
Por su parte, quienes pertenecemos a la Iglesia Católica nos sentimos obligados a darle todo nuestro apoyo y respeto desde nuestro ámbito, siendo el nuestro el del laicado, desde la sociedad civil, y en particular como medio de comunicación, dando a conocer este mensaje evangélico que nos ayuda a entender nuestra misma existencia en este planeta, el mensaje más humano y más profundo que siente su corazón en la solidaridad con todos y entre todos.