El mes de marzo es rico en celebraciones litúrgicas útiles para disponer el espíritu, la mente y el corazón hacia lo que Dios revela en la vivencia y práctica de nuestra Fe.
I) El miércoles 9 inicia la preparación para la Cuaresma con el Miércoles de Ceniza, un día en el que se funde el cuerpo con la mente, el espíritu y las emociones, mediante la práctica del ayuno y la abstinencia de carnes para conocer que sí es posible ser fiel a la observancia del Señor: “Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán, en aquel día” (Mc 2, 20).
II) El domingo 13 es el primer Domingo de Cuaresma, cuando comienza, luego de los días introductorios de Ceniza, este tiempo litúrgico que anima el deseo de la Conversión para darnos la oportunidad de concebir una mentalidad, conductas y actitudes que permitan llegar más allá de donde se está ahora a fin de convertirse en un mejor ser humano, mejor esposo, padre, hijo, trabajador… en un mejor amigo. La Conversión es herramienta útil para presentarse ante el Señor con disposición de estar más cerca de Él y darle oportunidad de limpiar nuestros defectos, de lavar nuestras culpas.
Jesús, empujado por el Espíritu de Dios al desierto, tuvo una experiencia vivencial del Padre celestial. El tiempo cuaresmal la recuerda y es mediante el ayuno y la abstinencia, que se fundamentan en la imitación de Cristo, que se adquiere la oportunidad ser un poco como Él, especialmente en este tiempo del año.
El ayuno consiste en mucho más que dejar pasar una comida pues permite alcanzar la humildad cuando evita gastos superfluos, invita a servir en lugar de ser servido, inclina a obsequiar el propio tiempo a quienes lo necesitan, facilita ver en todo hombre a un hermano, inclina a perdonar y a pedir perdón e induce a adquirir el compromiso de ser mejores personas cuando se ven y se resuelven, en los pobres, el sufrimiento del Señor.
La abstinencia de carnes permite poner distancia de placeres como el juego, la bebida y la comida en abundancia; orienta a la práctica de la templanza y se traduce en el respeto a los demás, en la abstinencia de la violencia física y verbal, en la paciencia para ser mejores personas y en la búsqueda de la Palabra de Dios como alimento principal.
III) El jueves 17 se celebra la memoria litúrgica de San Patricio, Patrono de Irlanda, quien nació en Bennhaven Taberniae, Escocia, en el año 385 y murió en Downpatrik, región de Stragford Loughel, en Irlanda, en el año 461. Patricio, siendo obispo de Irlanda, explicó de manera sencilla a los antiguos celtas el misterio de la Santísima Trinidad cuando tomó un trébol del tipo Shamrock, de tres hojas, y les dijo que así como el trébol es una misma planta con tres hojas, así Dios es un sólo Dios en tres divinas personas.
De San Patricio puede aprenderse su férreo anuncio del Evangelio cuando escribe en sus Confesiones que… “Me aparté de los que me amaban para morar entre los paganos de Irlanda, a fin de predicarles el Evangelio y soportar una cantidad grande de insultos por parte de los incrédulos, que me hacían continuos reproches y que aun desataban persecuciones contra mí, en tanto que yo sacrificaba mi libertad en su provecho”.
IV) El sábado 19 tiene lugar la fiesta de San José, esposo de la virgen María. Este día es recomendable acudir a Misa y visitar a San José, pues como escribe Santa Teresa de Jesús… “Querría yo persuadir a todos fuesen devotos de este glorioso santo, por la gran experiencia que tengo de los bienes que alcanza de Dios. No he conocido persona que de veras le sea devota y haga particulares servicios, que no la vea más aprovechada en gran manera a las almas que a él se encomiendan. Paréceme ha algunos años que cada año en su día le pido una cosa, y siempre la veo cumplida. Si va algo torcida la petición, él la endereza para más un bien mío” y agrega, convencida, que “sólo pido, por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere; y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción”.
V) Hacia finales de marzo, el viernes 25 se celebra la Anunciación del Señor, fiesta que la liturgia ha colocado exactamente nueve meses antes de la Natividad. Este día nos lleva a meditar en la confianza plena con que María aceptó el misterio de la Encarnación de Dios en su seno virginal.