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Coherencia de vida y Doctrina Social

Hay tres puntos que hemos de conseguir para que nuestra acción social sea coherente con nuestra fe:

·        Conocer la Doctrina Social de la Iglesia

·        Ejercer nuestras actividades temporales a la luz de esa doctrina

·        Procurar que los principios que contiene sean comprendidos por los demás.

 

La doctrina social cristiana es difícil de practicar porque el egoísmo se encuentra enraizado en los seres humanos, por razón del materialismo de que está saturada la sociedad. 

La acción social supone vencer la propia comodidad. “Aquel que después de ser menospreciado deja de hacerlo que hacía, da a entender que actúa por el aplauso de los hombres; pero si en cualquier circunstancia hacemos el bien a los demás, tendremos una grandísima recompensa” (San Juan Crisóstomo, Catena Aurea, vol. II, p. 43). 

En el extranjero el mexicano es conocido porque compra. En la vida familiar hay que combatir el consumismo que lleva a que “las aspiraciones más profundas queden sin satisfacer, y quizá incluso sofocadas” (Solicitudo rei socialis n. 28). Hay que pensar en cada hijo, llevarlo a la oración, pedir luces para saber orientarlos en su vida, en sus amistades y en el uso del tiempo libre. 

La coherencia se manifiesta también en no dejarse esclavizar por el trabajo descuidando los deberes hacia Dios y la atención a la familia. Esto conlleva vencer la tentación de trabajar procurando, desmesuradamente, la autoafirmación, el prestigio profesional o el éxito; las ganancias a cualquier precio o la ambición de poder. 

La unidad de vida es una característica de la auténtica vida cristiana. La división, la incoherencia, la falsedad, la ruptura entre lo que se piensa, se dice y se hace, muestran que falta una recia unidad de vida. Jesús dijo a sus discípulos: “Sea vuestro sí, sí; vuestro no, no” (Mat 5, 37). 

Cuando vino por primera vez a México el Papa Juan Pablo II dijo: “Toda fidelidad debe pasar por la prueba más exigente: la de la duración (...). Es fácil ser coherente en la hora de la exaltación, difícil serlo en la hora de la tribulación. Y sólo puede llamarse fidelidad una coherencia que dura a lo largo de toda la vida. El fiat de María en la Anunciación encuentra su plenitud en el fiat silencioso que repite al pie de la cruz” (Homilía en la Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, 26-I-1979). 

Creemos en Dios, entonces, planteaba un profesor mexicano, ¿por qué a veces nuestros alumnos, cuando entran a la universidad, no defienden sus ideas?... Se hizo el silencio. Nos dejó pensando. Finalmente dijo: porque no son suyas. A veces nos entran respetos humanos para defender la causa de Dios, a la Virgen o a la Iglesia, ante chistes o comentarios. ¿Por qué? Porque no hemos hecho esas ideas nuestras, es decir, faltan convicciones sólidas, falta formación.