¡Cuántos corazones heridos de amor errado! ¡Cuántos ayes en el escandaloso silencio de almas desgarradas forman la sinfonía de los tropiezos sentimentales! ¿Casualidad?, ¿destino?, ¿voluntad divina, o capricho humano?, ¿vanidad, inexperiencia, maldad… o simple fragilidad? ¿Por qué a veces sólo aparece ante nuestros ojos la disyuntiva entre sufrir, o sufrir más?
Heridas hemofílicas que ponen en peligro lo conseguido y lo por conseguir. ¡Bendito Dios! Tenemos un corazón tan frágil que hasta una suave caricia lo puede romper. ¡Qué difícil es la ciencia del querer! ¿Dónde comprar veneno para matar las malas yerbas de los amores indebidos? ¿Dónde conseguir el bálsamo para aquietar los dolores de un corazón lastimado? ¿Cómo ejercitarse en la prudencia que dé medida al aprecio equilibrado y, a la vez, sincero? ¿De qué manantial brotan la paz profunda y la sabiduría para querer como es debido?
¿Cuál es la escala exacta de la exigencia que ayude a quienes queremos para animarlos a ser mejores sin darles más de lo conveniente…, para no dañarlos? ¿Cómo exigir sin lastimar? ¿Cómo apretar sin ahogar? ¿Cómo calcular el daño escondido al ser querido por pensarse amado? ¿Cómo entender que la intención recta no debe ser sobrevalorada bajo el velo de apócrifas ilusiones? ¿Cómo desvanecer los espejismos de amores inexistentes por promesas que nunca fueron tales?
¡Oh prudencia, exquisita virtud para domar el corazón brioso con golpes de razón! ¡Oh fortaleza, para amurallar las almas contra los ataques del hambre de cariño en los campos de la soledad acompañada! ¡Oh templanza, en los modos de dar, para confinar las aguas que arrasan todo lo que encuentran a su paso: culpables e inocentes! ¡Oh justicia, para dar a cada quien lo suyo según los compromisos y los rectos deberes. ¡Cuánta sabiduría en las letras de José Luis Borges en su poema "Y uno aprende"!
Después de un tiempo, uno aprende la sutil diferencia entre sostener una mano, y encadenar un alma.
Y uno aprende que el amor no significa recostarse, y una compañía no significa seguridad.
Y uno empieza a aprender... que los besos no son contratos, y los regalos no son promesas.
Y uno empieza a aceptar sus derrotas con la cabeza alta y los ojos abiertos.
Y uno aprende a construir todos sus caminos en el hoy, porque el terreno de mañana es demasiado inseguro para planes, y los futuros tienen una forma de caerse en la mitad.
Y después de un tiempo uno aprende que si es demasiado, hasta el calorcito del sol quema.
Así que uno planta su propio jardín y decora su propia alma, en lugar de esperar a que alguien le traiga flores.
Y uno aprende que realmente puede aguantar, que uno realmente es fuerte, que uno realmente vale.
Y uno aprende y aprende... y con cada adiós, uno aprende.