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sinceridad

Acercar a la gente a Dios

El Concilio Vaticano II es el concilio de nuestro tiempo y uno de los más importantes de nuestra historia. Es convocado por el Papa Juan XXIII. Cuando a Juan XXIII le preguntaron: ¿Por qué hacer un concilio? Su respuesta fue profética:

—“Porque necesitamos abrir una ventana. Necesitamos aire fresco”.

 

No se trataba de sancionar doctrinas o condenar errores. Se trataba de una renovación de la vida de la Iglesia, de tener un diálogo con el mundo. No se trataba de hacer diagnósticos deprimentes sino de dar remedios alentadores y mensajes de esperanza.

María en Pentecostés

La madre silenciosa. Cuarenta días en el anonimato. Nadie sabe lo que hizo ni cómo vivió María después de la deposición de su Hijo en el sepulcro. ¿Cristo se le apareció o no? Para la respuesta, afirmativa o negativa, hay razones justificadas. La curiosidad humana hubiera querido sentirse más satisfecha. Quizá el evangelio, según el parecer de san Ambrosio, guarda un respetuoso silencio y un silencioso pudor.

Madre, no he sabido ser un buen hijo.

Nos hablaron de María en el sermón de la Iglesia: Bajaste los ojos tristes. ¡Qué Madre tan grande, tan maravillosa; Madre Purísima, Santísima, tan desperdiciada!

No has sabido ser buen hijo; ¡qué lejos de serlo! Has vivido a tu cuenta y riesgo la dureza de la orfandad; pero Ella sigue siendo tan buena madre como siempre: por Ella has logrado grandes cosas, sin merecerlo, sin saberlo, incluso, y sin haberlo agradecido.

La sinceridad de vida

¿Qué es la sinceridad? Viene de sin-cera, es decir, sin doblez. Consiste en decir toda la verdad. El remedio para todas las enfermedades espirituales, y para asegurar la fidelidad, es la sinceridad con Dios, con nosotros mismos y con los que nos dirigen. Si nos dejamos llevar por la desgana o la flojera, acabaremos en la oscuridad de nuestras debilidades.

Humildad, Sinceridad y Verdad

Si me preguntáis qué es lo más esencial en la religión y en la disciplina de Jesucristo —escribió San Agustín—, os responderé: lo primero es la humildad, lo segundo, la humildad, y lo tercero, la humildad (Epístola 118, 22). Y esto es así porque la humildad es la morada de la caridad (De sancta virginitate 51). Entonces, para ser mejores instrumentos en las manos de Dios, hemos de fomentar la humildad.

Amores verdes

-Oiga Padre: ¿Desde qué edad se puede tener novio?

-Pues; desde los 8 años.

-¿Y es pecado darse un beso?

-Mira. Te voy a contestar con una fórmula de Teología Moral que te dejará muy claro si es pecado o no: “Pos, a según”. ¿Verdad que te quedó claro?

Amores equivocados

¡Cuántos corazones heridos de amor errado! ¡Cuántos ayes en el escandaloso silencio de almas desgarradas forman la sinfonía de los tropiezos sentimentales! ¿Casualidad?, ¿destino?, ¿voluntad divina, o capricho humano?, ¿vanidad, inexperiencia, maldad… o simple fragilidad? ¿Por qué a veces sólo aparece ante nuestros ojos la disyuntiva entre sufrir, o sufrir más?