La noticia acerca de la beatificación de Juan Pablo II, el próximo 1 de mayo de 2011, en Roma, ha suscitado también reacciones contestarías contra este primer paso en el camino rumbo a la canonización del difunto Papa.
El título de este texto refleja la idea más o menos difundida por la prensa latinoamericana, especialmente por la mexicana, acerca de “cuestionamientos” en torno al papel del Papa Wojtyla en el tema de los abusos de menores en la Iglesia, de una manera más concreta en el caso del padre Marcial Maciel.
Sobre esto ya ha habido pronunciamientos al respecto. Uno de los más autorizados es el del prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos (el dicasterio -«dependencia»- encargado del minucioso análisis de las vidas de los candidatos a ser reconocidos siervos de Dios, beatos y, finalmente, declarados santos), cardenal Angelo Amato.
Consultado específicamente por el caso del padre Maciel, el cardenal Amato respondió ya en dos momentos: uno al diario Avvenire, y en otro a la revista Famiglia Cristiana.
Famiglia Cristiana, la revista católica más difundida en Italia, formuló así su pregunta: «En los pasados meses se dijo que la causa corría el riesgo de sufrir un retraso relacionado con el escándalo de la pedofilia: Karol Wojtyla habría protegido al padre Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. ¿Habéis indagado también en la relación entre Juan Pablo y el padre Maciel?». A esto respondió el cardenal Amato: «Le confirmo que hemos indagado a fondo y ampliamente. Juan Pablo II no estaba en conocimiento de la doble personalidad del padre Maciel».
En otro momento, un periodista del diario Avvenire interpeló al cardenal: «Entre las eventuales dificultades respecto al ejercicio de las virtudes heroicas, ¿ha estado también la cuestión del padre Marcial Maciel, el fundador de los Legionarios de Cristo?». El prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos fue contundente en su contestación: «La Congregación para la Doctrina de la Fe ha reiterado que Juan Pablo II no estaba de ningún modo implicado en las cuestiones concernientes al lado oscuro de la figura de la personalidad en cuestión».
A esta falsa controversia se añade una reciente «campaña» de algunos «teólogos» heterodoxos (en oposición al Magisterio de la Iglesia y no pocas de sus enseñanzas) que además de retomar el punto de la pederastia «ponen en duda» la santidad de Juan Pablo II aduciendo la oposición del difunto a algunos aspectos de ética sexual (uso del preservativo, por ejemplo), la «falta» de democracia en la Iglesia, la no derogación del celibato eclesiástico y la «represión» de la teología de la liberación (esa que buscaba reivindicaciones mediante la lucha de clases, es decir, de forma violenta, por tanto poco evangélica), etc.
Entre los promotores de esta iniciativa se halla un limitado número de bautizados más próximos a la visión beatífica que a un promisorio futuro de las asociaciones que representan, dada la edad de los beligerantes. Dichas organizaciones parecen ser más por nombre que por quienes las integran. Algunas, es verdad, parecen católicas por nombre («Católicas por el derecho a decidir», por poner un caso) pero tienen de católicas lo que Bin Laden de pacifista.
L´Osservatore Romano también interrogó en otra entrevista al cardenal Angelo Amato. El diario de la Santa Sede le cuestionó sobre las voces disonantes que hubo durante el proceso de estudio de la causa de Karol Wojtyla. Al respecto dijo el cardenal Amato: «Por derecho, por praxis, y también según nuestra normativa, el postulador debe examinar tanto textos a favor como textos en contra. Desde este punto de vista, la postulación ha hecho un buen trabajo para disipar todas las sombras. Como dije en mi prolusión en la apertura del Studium, el trabajo de los postuladores es extremadamente serio y debe ser hecho de manera escrupulosa, porque llevan a cabo una forma particular de colaboración con el Papa en su magisterio ordinario».
Se puede entender el interés mediático que puede suscitar la próxima beatificación de Juan Pablo II, el 1 de mayo venidero; lo que ya no normal, sino más bien patológico en el campo de las comunicaciones, es ese afán sesgado por inventar, explotar y vender polémica a toda costa, incluso de mal periodismo.