Cada vez son más frecuentes, desgraciadamente, la adopción de niños inocentes por parte de parejas del mismo sexo. Lo curioso es que mientras a los gays les dan o quieren dar bebés, a quienes ya no quieren ser gays se los quitan.
Es lo que le sucedió a Lisa Miller, ex lesbiana, a quien le han quitado a Isabella, su hija biológica, para dejarla en custodia a su antigua pareja, Janet Jenkins, quien sigue practicando el lesbianismo. Tras la separación, a raíz de la conversión al cristianismo de Miller, Jenkins pidió la custodia de la niña. Miller objetó los “derechos” de su ex pareja y el estado de Vermont la castigó quitándosela. “Esta debe ser una llamada de advertencia para no introducir uniones civiles entre personas del mismo sexo sino se quieren darles derechos legales sobre los hijos”, dijo sobre este caso Maggie Gallagher, presidente de la Unión Nacional para el Matrimonio.
Algo parecido le sucedió a Barbara Maniaci, quien adoptó un niño y una niña mientras fue pareja de la lesbiana Michelle Kulstad. En 2006 se separaron, Barbara dejó la práctica homosexual y se casó con un hombre. Michelle interpuso una demanda pues quería ver a “sus hijos”. En 2008 Barbara acudió a un tribunal de Montana pues ha manifestado que ella y su esposo quieren educar a sus hijos en la forma en que su matrimonio ven que es en verdad correcto.
En Washington, la ley del estado de Columbia ha obligado a que todas las instituciones que manejan programas para dar niños en adopción lo hagan también con parejas homosexuales. Debido a esto, el pasado mes de febrero de 2010 la Iglesia católica anunció que dejaba en manos de terceros sus instituciones de caridad (adopción). “Los legisladores del distrito podrían haber garantizado excepciones de tipo religioso que hubieran asegurado la continuidad de los servicios pues ellos sabían con seguridad que el arzobispo Wuerl no iba a negociar la doctrina de la Iglesia católica sobre el matrimonio, y que quienes pierden realmente son los niños, a quienes la Iglesia católica estaba atendiendo”, afirmó Bill Donohue, de la Liga Católica, en declaraciones recogidas por InfoCatolica.com(cf. 21.02.2010).
Análoga situación a la de Washington, donde los orfanatos católicos deben entregar niños en adopción (por lo cual han preferido cerrar), es la que le pasó a la Iglesia en Inglaterra. En 2007 se aprobó la Equality Act que imponía una serie de regulaciones a favor de los homosexuales (como la posibilidad de adopción).
Varias agencias católicas interpusieron una apelación en 2009, exponiendo que la ley atentaba contra su ideario. Les dijeron que no habría excepciones. EntoncesCatholic Care y los obispos fueron al Tribunal Supremo y en marzo de 2010 hubo un fallo a su favor. A mediados de agosto ha sido obligada a dar niños a homosexuales o cerrar. Para mantener la fidelidad a su ideario, han preferido cerrar. Esta obra de caridad de la Iglesia (concretamente de la diócesis de Leeds), tenía más de 100 años de historia.
Muchos se preguntan por qué no permitir que los gays adopten. Lo planteaba, por ejemplo, Boris Vezkak, en un artículo con poca argumentación lógica para el diario esloveno Delo (cf. 18.02.2010), a propósito de la intención del gobierno de Eslovenia para reformar el código civil y permitir que los homosexuales adopten: “Uno de los justificaciones reza que los hijos criados por parejas del mismo sexo crecen en un ambiente inmoral… Con ello se llega al límite de la discriminación”.
A Vezkaj se le podría responder de modo científico pues hay abundante argumentación para ellos. Según estudios del Instituto Mexicano de Orientación Sexual, hay evidencias que prueban que la adopción de niños por parte de homosexuales es riesgosa. Pero circunscribiéndonos al campo empírico, está la experiencia de quienes corroboran lo que el escritor niega. Es el caso, por ejemplo, de Dawn Stefanowicz, quien padeció una infancia en un hogar gay. En su portal (www.dawnstefanowicz.com) detalla más de veinticinco efectos negativos que un niño sufre en esos hogares homoparentales.
Otras veces se habla de discriminación a los gays aduciendo que las leyes no reconocen el “matrimonio” entre personas del mismo sexo. “Tener determinados deseos sexuales –tanto si uno ha nacido con ellos como si los ha adquirido a lo largo de la vida– no significa que uno esté siendo discriminado si la ley no permite la conducta que uno desea”, escribía Frank Turek en un artículo publicado en laweb townhall.com (cf. 04.02.2010).
Y añade: “Si los deseos sexuales son por sí solos el criterio para cambiar nuestras leyes sobre el matrimonio (o sobre el ejército) para dar a la gente “iguales derechos”, ¿por qué no cambiarlas para permitir también la poligamia? ¿Y qué pasa con aquellos que pueden desear a un familiar? Con la lógica de los derechos del activismo gay, esta gente no tiene “iguales derechos” porque nuestro derecho al matrimonio no permite un incesto. Y los bisexuales no tienen “iguales derechos”, porque las leyes no les permiten casarse con un hombre y una mujer”.