Padre Miguel Rivilla San Martín
Si por tal entendemos el adelanto, avance o perfeccionamiento, tanto en lo material como en lo espiritual, de las personas en su totalidad, que formamos este país, llamado España, habrá que concluir que la meta está muy lejana y en muchos aspectos andamos como cangrejos.
Merece la pena volver sobre un tema importantísimo para el futuro de nuestra patria y que ha sido tratado con amplitud en la sección de sociedad de LA RAZÓN(16/1/04).Es el referente al presentado en el último informe del Instituto Político Familiar (IPF),sobre el “alarmante aumento de familias rotas, hogares vacíos y abortos en España”.
Sin pizca de ironía, sino compulsando los datos estadísticos oficiales, podemos afirmar que en España “progresamos” a pasos agigantados en el tema de los divorcios. Naturalmente, el progreso es cuantitativo (crece el número de familias rotas) y no cualitativo (adelanto real y moral).
En el último Congreso de Juan XXIII, celebrado hace unos días en Madrid, una vez más salió a relucir el manido tema de la teología de la liberación, del machismo eclesial y de la discriminación de la mujer.
Madre Teresa de Calcuta, modelo de entrega y servicio a los más pobres entre los pobres, nunca- que se sepa- se metió en berenjenales de teologías de la liberación, ni acusar a la Iglesia, de la que ella se sentía humilde servidora, de machista o discriminadora de la mujer.
Mucho tiempo lleva el ciudadano corriente percibiendo en la clase política en general y entre los líderes y dirigentes de los diversos partidos, las graves acusaciones que mutuamente se lanzan a la cara de mentir, engañar, tergiversar la realidad, en sus manifestaciones, tanto en las comisiones, como en sus intervenciones parlamentarias. Tal situación resulta insoportable, degradante, inmoral y de nula ejemplaridad para la ciudadanía.
Con el máximo respeto y desde mi condición de católico comprometido, sugiero a los hermanos protestantes españoles como también a la Jerarquía y católicos, que en vez de dedicar tanto tiempo unos como otros a tantas asambleas, reuniones, simposios etc..para tratar sus propios problemas internos, se percaten que lo que demanda HOY el hombre de la calle, la sociedad y el mundo entero es que se les DÉ A CONOCER A JESUCRISTO COMO ÜNICO SALVADOR Y SU EVANGELIO.
Son todos aquellos que hablan o actúan más de cara a la galería, que a los reales problemas de sus representados. Tienen como norma hacerse notar al precio que sea y no se paran en barras ante cualquier cuestión a resolver.
El que el portavoz de ERC en el Congreso, Joan Tardá, use un léxico impropio, inadecuado y tremendista (“genocidio cultural”), para promover el catalán y que sea admitido en las Cortes de la nación, “aunque haya que traducirlo”, no deja de ser además de un claro sectarismo, una frivolidad.
Pocas noticias tan esperanzadoras para el futuro religioso de nuestra España, como la de la beatificación de cerca de 500 mártires-498- que ofrendaron su vida en la persecución religiosa de los años 30 del pasado siglo.
No fueron caídos de una atroz contienda fratricida, ni víctimas de represión política por cuestiones ideológicas, sino auténticos mártires (testigos de Dios) muertos a causa del odio a su fe cristiana.
El diagnóstico está bastante claro. Que nuestra sociedad actual está enferma; que algo serio está fallando; que no hay futuro para gran parte de la juventud actual; que vamos a pagar todos un alto precio; que existen bandas organizadas; que en bastantes partes de aquí y de fuera, la violencia se hace presente; que la represión no siempre resulta eficaz etc.. Todo esto y mucho más, puede resultar una obviedad.
Tan atrapados vivimos los humanos por lo inmediato y lo contingente, que acabamos por perder de vista el rumbo y la meta definitiva de nuestra existencia.
Las ocupaciones y preocupaciones materiales, nos agobian insistentemente y hacen que nos repleguemos al pequeño mundo de lo cotidiano y de lo efímero. Prestamos tanto interés y atención a lo que traemos entre manos, que nos falta el tiempo y sosiego necesarios para orientarnos bien en la vida y calibrar lo que es verdaderamente importante.