Padre Alejandro Cortés González-Báez
Leo: “Tengo una hija adolescente. Cuando me acompaña a los centros comerciales y a otros lugares, me causa angustia ver a otras niñas de su edad con exceso de maquillaje, enseñando el ombligo, a veces perforado con un arete y el pantalón de mezclilla apretado que apenas les cubre la zona pélvica y en ocasiones luciendo tatuajes de henna (en el mejor de los casos)... Eso sin contar el cigarro en la mano.
Durante el inicio de la carrera de Derecho Canónico, recuerdo que uno de los puntos en los que los profesores ponían más énfasis era la importancia de adquirir la famosa “mentalidad jurídica”, es decir, una especie de prejuicio que nos permite olfatear las posibles consecuencias legales de todo lo que decimos, hacemos, omitimos y, sobre todo, firmamos. Supongo que todos tenemos experiencias negativas en estos temas, las cuales pueden haber tenido enormes consecuencias.
La semana pasada tocaba el tema de los sentimientos, esos inseparables compañeros nuestros. En cierta forma podemos afirmar que toda la literatura, comenzando por la Biblia, está curtida, es más, “preñada” de pasiones, como la vida misma de cada ser humano. Por eso mismo en los últimos tiempos se ha profundizado, con diversas suertes, sobre ellos. Los sentimientos no agotan todo el ser del hombre, no son el hombre; pero son parte estructural de nosotros.
Tengo la impresión de que ordinariamente en todos los niveles del ámbito académico, pero mucho más en el laboral, se les suele apostar a los inteligentes. Cosa distinta de lo que pasa en el ambiente familiar. Pero luego resulta que en el desempeño de las diversas actividades del ser humano, la inteligencia no siempre es el factor de mayor importancia. No resulta raro que la gente demasiado lista pueda tener problemas de integración social.
Entre una serie de escritos que tenía archivados encontré un artículo de Mercedes Gortázar el cual recoge un cuestionamiento de primerísimo orden. Ahora copio tal cual su título, aunque no el texto, pues me resulta enormemente sugestivo sobre una realidad inconmensurable por serlo el número de mujeres casadas y los sueños -no siempre cumplidos- de cada una de ellas.
¡Cómo me gustaría poder tomar por las orejas a millones de señoras para decirles en tono claro y fuerte que deben tratar a sus hijas adolescentes con más paciencia, cariño y comprensión!
Hoy los mexicanos elegiremos al presidente que guiará a nuestro país los siguientes seis años. De lo único que podemos estar seguros este día, es que ninguno de los candidatos tiene experiencia en el asunto de ser presidente de la república. Sobre todo cuando se trata de un país con tanta variedad de culturas, estratos sociales, costumbres, en fin…