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Mamá: ¿Te sientes realizada?

 

Entre una serie de escritos que tenía archivados encontré un artículo de Mercedes Gortázar el cual recoge un cuestionamiento de primerísimo orden. Ahora copio tal cual su título, aunque no el texto, pues me resulta enormemente sugestivo sobre una realidad inconmensurable por serlo el número de mujeres casadas y los sueños -no siempre cumplidos- de cada una de ellas. 

Cuando una mujer se casa, se amontonan dentro de ella una serie de ilusiones que difícilmente pueden caber juntos en su cabeza y corazón: El amor a su esposo sabiéndose, y sintiéndose, amada por el hombre al que 

se dedicará en cuerpo y alma por el resto de su vida; la ilusión de tener hijos y verlos crecer jugando con ellos y compartiendo sus alegrías y tristezas, éxitos y fracasos a lo largo de los años, siendo ella su mejor amiga; el sueño de una casa hermosa para convertirla en un auténtico hogar donde todos, propios y extraños, encuentren siempre el trato comprensivo y cariñoso de una auténtica familia. 

 

Tradicionalmente, o por lo menos a lo largo de siglos, las mujeres no solían ser tan ambiciosas en cuestiones materiales como solemos constatarlo hoy. La actitud de la mayoría iba dirigida a conformarse con lo que su esposo pudiera brindarles. Son múltiples los factores que influyen en los requerimientos de las esposas en la actualidad. La mujer “se ha liberado”, y ahora, en igualdad de circunstancias, tiene derecho a exigir más, pero con cierta frecuencia ese más es mucho, mucho más, incluso de lo realmente necesario y posible. 

Por otra parte la competencia se ha convertido en el sistema de vida para muchos de tal forma que el padre de familia, su mujer y los hijos han de tener, por lo menos, lo mismo que sus compañeros, parientes y vecinos para sentirse realizados. De lo contrario aparecerán sentimientos de tristeza, frustración, inseguridad e inferioridad y como consecuencia de todo ello, el mal humor con sus consabidas falta de paciencia y de respeto.

Poco a poco, sin saber cómo nos hemos enfrascado en un sistema de vida que ha ido carcomiendo nuestras existencias. En ello influyen los nuevos roles que se han asignado a cada miembro en el interior de la familia; así como la televisión; los diversos medios de comunicación y, en no pequeña medida; la falta de una proyección trascendental que le dé sentido a todo lo que hacemos. Al perderse, en la práctica, el trato con Dios todo lo que somos y hacemos tiene un valor muy pobre que no alcanza a llenar nuestras ansias de felicidad. 

Con el correr del tiempo, al no verse bien valoradas algunas mujeres no se sienten amadas por sus esposos, concluyendo que se casaron con quien no debían y, por si fuera poco, se dan cuenta que tampoco han conseguido formar a sus hijos en un sistema de valores procurados a base de virtudes, en gran parte porque nadie les enseñó a ser esposas, mamás y educadoras. Con frecuencia se les falta al respeto como consecuencia de no haber sabido exigir en el momento adecuado el debido trato, sin olvidar la falta de apoyo de sus esposos cada vez que no reforzaron su autoridad frente a los hijos.

Mamá: ¿Te sientes realizada? es una pregunta que dependiendo del tono en que se pronuncie tiene una capacidad enorme de lastimar. No me extrañaría que al leer -a solas- estas breves palabras más de una mujer 

suelte el llanto, pero no en lágrimas de aquel raro gozo profundo y sincero, sino todo lo contrario, en las otras lágrimas, a veces secas, cargadas de amargura. 

La semana pasada me refería una señora que hace muchos años un sacerdote le había dado este consejo: “Jamás permitas que tus hijos te falten al respeto”. Ahora bien, ese reconocimiento se consigue a base de 

coherencia, cariño y fortaleza con uno mismo y con los demás. ¿Se dice fácil, verdad? Sin embargo todos sabemos que vivir así toda la vida es muy difícil. Ahora bien, luchar en base a este programa será el único camino para conseguir que, aquellos sueños de la recién casada, lleguen a convertirse en realidad.