Pasar al contenido principal

el mal

El Diablo actúa

El mal es -en definición clásica- la privación del bien debido: la enfermedad de la salud, la muerte de la vida, el hambre de la saciedad, la tristeza de la felicidad, etc. Es decir, no tiene consistencia propia, se define con relación al bien del cual es privación; más que positividad es carencia. Por ello no es admisible el principio maniqueo que sostiene la existencia simultánea de dos principios opuestos, uno del bien, otro del mal, en continua lucha y constante desequilibrio.

Por muy malo que parezca

Poco antes de su martirio, santo Tomás Moro consuela a su hija con estas palabras: “Nada puede pasarme que Dios no quiera. Y todo lo que Él quiere, por muy malo que nos parezca, es en realidad mejor”.

Me acorde de esta frase al ojear el periódico hace unos días.

El dolor no es ciego

Experiencias trágicas como la del incendio de la guardería ABC pueden llevar a cuestionarse ¿dónde estaba Dios en esos momentos? Tales sucesos podrían debilitar la confianza en Dios y en una “Providencia amorosa”, súbitamente sustituida por el destino ciego frente al cual nos encontramos impotentes. Si a ello aunamos la ineficiencia de la justicia humana, las recriminaciones politiqueras y la irresponsabilidad, el resultado es un cuadro desconcertante, lamentable.

La victoria del mal

No triunfa el mal cuando mata a los buenos, cuando encarcela a los inocentes, cuando roba a unos ancianos, cuando esclaviza a los más débiles. No triunfa el mal cuando lleva a la cárcel a quien no tiene culpa, cuando denigra a un político honesto, cuando hace que fracase un empresario que buscaba el bien de sus obreros. No triunfa el mal cuando un fanático impone sus ideas a millones de personas, cuando las encadena bajo una dictadura despiadada en la que los enemigos son asesinados o encarcelados de modo sistemático.

¿Pare de sufrir?

Todo este florecimiento de iglesias “milagreras” tiene mucho que ver con un modo desviado de entender la fe, muy semejante a la “fe” que se pone en el brujo(a) o curandero(a) de turno, o en la famosa metafísica que ha promovido la “Nueva Era”.