Padre Fernando Pascual L.C.
El poder atrae. Tener fuerza, conseguir un arma nueva, usar la astucia o la inteligencia, ser capaces de vencer, incluso con trampas, las dificultades o problemas que nos oprimen: es algo que nos tienta. A todos nos gustaría un poder tal que nos permita dominar el mundo, para arreglar los males, imponer justicias y fomentar bondades.
El mal nos escandaliza. Millones de niños que mueren de hambre, guerras endémicas que hunden en la pobreza a los pueblos, atentados criminales que acaban con la vida de inocentes, médicos que practican el aborto como si fuese una operación ordinaria.
Ante tantos males, ante tanto dolor, muchos se rebelan. Algunos llegan a negar que Dios exista. No ven cómo sea posible pensar que exista un Dios bueno mientras el mundo vive dramas profundos e injusticias que claman al cielo.
Pasa más a menudo de lo que imaginamos. Un corazón busca a Dios, quiere servir a sus hermanos, estudia el Catecismo, lee escritos de grandes santos. Dedica tiempo a la oración, va a misa los domingos y varios días entre semana, empieza a rezar el rosario o a hacer otras oraciones de la espiritualidad cristiana. A pesar de todo, está inquieto. Como si su esfuerzo espiritual no valiese nada; como si estuviese ante un muro de silencios que le deja confundido, perplejo, lleno de zozobras.
El dolor llega de muchas maneras a la propia vida. A veces por circunstancias y situaciones externas: una crisis económica, un terremoto, un accidente de tráfico, una epidemia. Otras veces, a través de personas concretas: un “amigo” que nos traiciona, un consejero que nos engaña, un prestamista que nos ahoga con su extorsión, un enemigo que consigue destruir nuestra fama...
Dios te ayuda si te dejas
El gobernador no tenía ninguna duda: en menos de 24 horas la ciudad iba a quedar completamente inundada. Ordenó la evacuación y puso en marcha todo el sistema de seguridad previsto para las situaciones de emergencia.
Si la vida nos ha cogido con sus prisas. Si el cansancio no deja espacio para sueños. Si las cosas empiezan a ser más un estorbo que una ayuda. Si el placer deja cada vez menos gozos y más desidias. Si el egoísmo nos encierra en nosotros mismos y nos impide tender la mano al familiar, al amigo, al extraño...
Disponible A
Un grupo de ángeles jóvenes acaban de recibir su misión para la próxima semana: encontrar hombres y mujeres disponibles para realizar la Voluntad de Dios.
Antes de partir hacia la Tierra, se reúnen con un arcángel veterano. Les explica lo complicados que son los seres humanos, las pegas que ponen cuando se les pide un favor, lo mucho que se autolimitan porque miran sólo sus defectos y se olvidan de Dios...
El hermano Jacinto sentía una pena profunda en su alma. Otra vez las noticias hablaban de un desastre. Cientos, quizá miles de muertos. Como si fuese una extraña ley de la fatalidad que todo tipo de mal ocurriese precisamente en los países más pobres, en los lugares que ya sufrían por miles de miserias e injusticias.
Dios existe y se llama amor
Lo quisiéramos decir con toda el alma, con la vida entera: Dios existe.
Más allá de las dudas, del fracaso, del miedo, del trabajo, del cansancio, del dolor. Más acá de las alegrías, de la ternura, de la amistad, del consuelo. Más dentro que mi conciencia, que mis pensamientos, que mis penas, que mis esperanzas. Más arriba de las montañas, de los cometas, de las galaxias, de la poesía.
Dios me poda poco a poco
El Volvió a ocurrir. Aquello que tanto temía se hizo presente en mi vida. Dejó una herida profunda, abierta, que no deja de dolerme allá, muy dentro de mi alma.
Tuve que afrontar la dificultad, tuve que buscar fuerzas para salir adelante. En mi corazón busqué aferrarme a una rama de esperanza.
Sí: lo que menos deseaba ha llegado. Pero al menos puedo refugiarme en un consuelo, en una trinchera nueva. Tengo pequeñas alegrías que me suavizan en la hora de la prueba. Queda una rama de esperanza.