El Buen Pastor Siempre Nos Busca
El Buen Pastor siempre nos busca
El Buen Pastor siempre nos busca
Todos hemos oído alguna vez estos versos del poeta español del Siglo de Oro:
“Qué tengo yo que mi amistad procuras.
Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta, cubierto de nieve
pasas las noches del invierno obscuras.
¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras, pues no te abrí!”.
Cada tiempo, en el ciclo litúrgico de la Iglesia, tiene una
peculiaridad. Y así como la Pascua habla de la alegría por la victoria
de Jesucristo, y la Cuaresma del esfuerzo y de la purificación
sacrificada que hay que ir realizando en la propia vida para poder
llegar a Cristo, el Adviento se convierte para los cristianos en un
tiempo de levantar los ojos de cara a la promesa que Nuestro Señor hace
a su Iglesia de estar con nosotros. El Adviento es la preparación de la
Cristo Viene a Cumplir la Voluntad del Padre
Construir un mundo nuevo
El Adviento, que es la preparación a la venida de Cristo, lo tomamos como un momento de particular alegría y serenidad. Sin embargo, la Escritura nos advierte de un peligro que podemos correr: el no ser capaces de captar todo lo que la llegada del Señor tiene que dejar en la vida de cada uno de nosotros.
Reflexionar es una conversión que no debe ser solamente una conversión
exterior, sino que debe ir sobre todo hacia la conversión del corazón. La
conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista
por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe
dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién
me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a
Toda la Cuaresma, con su constante invitación a la conversión, es un hermosorecordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de
nosotros, plenamente santos, absolutamente santos. “Purifíquense de todas sus
iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor”.
La Escritura habla constantemente de la presencia de Dios como el único, como
el primero en el corazón del pueblo de Israel, y usa la imagen del escuchar, del
oír para indicar precisamente esta relación entre Dios y su pueblo.