celibato
Ecos de la pederastia
Triste e interesante ha sido leer la vorágine de artículos generada por la pedofilia clerical. El escándalo adquirió enormes dimensiones y todavía existe una especie de suspenso sobre como vaya a terminar todo esto. Probablemente no lo sepamos pronto, en el sentido de que la Santa Sede –pienso- será especialmente cautelosa para no tomar determinaciones presionada por el ímpetu de la opinión pública. No se trata de tomar fáciles decisiones “populacheras”, sino de hacer justicia, examen e intentar remediar la situación en la medida en que eso es posible.
Un celibato triste es un mal celibato
La vigencia y riqueza del celibato ha sido una de las cuestiones que más interés han suscitado en el Congreso mundial, el 11 y 12 de marzo, sobre el sacerdocio, organizado por la Congregación vaticana para el Clero, en la Universidad Pontificia Lateranense de Roma. En el encuentro, una de las citas más importantes de este Año Sacerdotal, con la participación de 50 obispos y de más de 500 presbíteros, intervino Benedicto XVI para subrayar la necesidad de que el sacerdote tenga muy claro su pertenencia a Dios, y no a los vientos culturales de este mundo.
Nuestra Iglesia es confiable
VER
¡Cuánto dolor, indignación y vergüenza nos provocan los casos comprobados de pederastia clerical, en diversas partes del mundo! Generan descontrol en muchos fieles y desconfianza en la guía de nuestra Iglesia, pues perjudican su testimonio del Evangelio. Nadie deja de reconocer que el abuso sexual de niños y jóvenes es un crimen atroz, execrable, que no tiene nombre, sobre todo cuando es cometido por clérigos en quienes los padres de familia habían depositado su confianza.
Curas casados, ¿Por qué no?
Platicando con mi amigo Jesús Alfonso Nieves sobre el Año Sacerdotal y otras cosas, el tema obligado se impuso: ¿por qué no se casan los curas? Y después de mucho darle vueltas al asunto, él como casado y además como escritor, tuvo un sueño más o menos así:
De Londres a Roma, sin dejar el Támesis (Enseñanzas para los de casa)
La Santa Sede hizo pública el 20 de octubre, la constitución de una fórmula eclesial especial para acoger a todos los anglicanos que han solicitado recientemente su ingreso en la Iglesia Católica. Se trata de unos cuatrocientos mil fieles anglicanos, acompañados de unos mil sacerdotes y de varias decenas de sus obispos.
Católicos y anglicanos
Es realmente gozosa la noticia recibida esta semana desde Roma y Londres simultáneamente, que augura una unión más cercana entre católicos y anglicanos. Para comprender la dimensión del paso que se ha dado es necesario hacer un poco de historia. El rey Enrique VIII de Inglaterra en 1534 consumó la división entre la Iglesia de Roma y la Iglesia de Inglaterra como respuesta a la negativa del Papa Clemente VII de anular su matrimonio legítimo con Catalina de Aragón, para unirse en nuevas nupcias con Ana Bolena (a la que por cierto, después decapitó).
Por qué el sacerdote no puede optar por el matrimonio en su vocación
Me propongo decir 3 cosas debido a la polémica que surgió en estos días en algunos ambientes: 1) que el sacerdote ya está casado, 2) conveniencia de este “matrimonio”, y 3) actitud ante otros enamoramientos.
Sobre las nuevas atribuciones de los obispos
Autoridad vaticana explica nuevas competencias de obispos ante sacerdotes que dejan el ministerio sacerdotal
En declaraciones a Radio Vaticano, el arzobispo Mauro Piacenza, secretario de la Congregación para el Clero, explicó que los obispos de todo el mundo no han recibido poderes «automáticos» para reducir a los sacerdotes al estado laical, sino que ahora tienen la capacidad de proceder con mayor velocidad en los casos no previstos por el actual Código de Derecho Canónico aprobado por el Papa Juan Pablo en 1983.
Solucionar vacíos
De curas, celibato y otras reflexiones
Fue hace tres años, a la salida de un cine ubicado en el centro de una mega plaza comercial. Estábamos tomando un refresco cuando pasó por ahí: era joven, de buen porte y, evidentemente, se trataba de un novel sacerdote o de un seminarista. Cuando pasó cerca de nosotras una de mis amigas dijo en voz alta: “¡qué desperdicio!”. Él se detuvo, viró con parsimonia, semblante tranquilo, y con voz pausada, clara y masculina dijo: “Desperdicios como yo somos llamados por Dios para tratar de salvar a desperdicios como tú”.