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Padre Llucià Pou Sabaté

Pascua, el día que transforma las penas en alegrías

Pascua, el día que transforma las penas en alegrías

El enigma mayor de la condición humana es la muerte. ¿Como es que el hombre, con deseos de ser feliz, muere? Es el misterio del dolor, de la cruz, que no tiene explicación. Un proceso de transformación, como una purificación del amor, que nos prepara para la felicidad que es estar con Dios. Realidad misteriosa que no es el final, pues cuando se acaba nuestra estancia aquí en la tierra comienza otra, la vida continúa en el cielo. La muerte no es el final de trayecto, la vida no se acaba, se transforma…

La tentación de no amar

"Fue un amor tan profundo que en un segundo me acaparó. No sabía que existiera un sentimiento así... lo vi y todo mi mundo anterior se derrumbó... Supe entonces que él formaba parte de mi destino". Así habla Corinne, en una entrevista. Y cuando le preguntan: "- ¿Cuándo pasó el amor?" Responde: "me fui porque me estaba volviendo loca, nuestros mundos no eran conciliables…"

¿Amar para siempre?

En el amor hay un componente romántico, desatado, furioso y ciego, fuera de la realidad, más bien se trata de un sentimiento y por tanto subjetivo, algo que hay que educar para que no tenga carácter posesivo y neurótico. Cuando esta fase no madura en un amor más profundo, conduce a una actitud melancólica, de tristeza íntima por el ensueño irrealizable, aquel amor imposible (el que se canta en la época del Romanticismo).

Amor y esperanza

Amor y esperanza

Cuál es la necesidad más radical del ser humano? El deseo más básico y elemental para ser feliz? Sentirse amado, para siempre. Es decir, vivir una vida en plenitud enfocada hacia la vida eterna, e ir con las personas que se aman. Hay momentos importantes en la vida que descubrimos eso, vemos que sí, que “eso es 'vida' de verdad, la felicidad, que es lo que queremos para siempre”. De eso trata Benedicto XVI en las dos Encíclicas, la que escribió sobre el amor y ahora sobre la esperanza.