Pelón
No se llamaba así pero hallaban cierto placer apodándole de esta manera. Solían burlarse de él siempre que podían: a la llegada y a la salida del cole, en los recreos, en las clases… Pero él nunca se enojaba y más bien solía regalarles una límpida e inocente sonrisa que no denotaba timidez nerviosa, sino tranquilidad.
Durante la mayor parte del curso fue el centro de atracción. Su puntualidad era impecable y, quizá, muy en el fondo, a todos nos causaba envidia ésta y muchas otras virtudes que vivía como sin darse cuenta.