Pasar al contenido principal

Señor quítame tiempo

Señor quítame tiempo

 

Señor te he dirigido frecuentemente una oración
decididamente sin sentido:
te he pedido tiempo.
Mi jornada de veinticuatro horas, no me basta.

Necesito al menos seis horas más
para responder a todas las llamadas,
atender a los compromisos,
despachar el trabajo retrasado,
responder puntualmente a las cartas.

Y pedí a todos los que exigían un pedazo
de mi tiempo, ya tan escaso,
que fueran mis cómplices en aquella petición
de una jornada un poco más larga.
Espero que no lo hayan hecho.

Solo ahora me doy cuenta
de lo equivocado de aquella oración
Que desfachatez y que presunción,
perdóname, Señor.

El tiempo que me has dado,
es más que suficiente, lo reconozco,
suficiente para hacer aquellas cosas
que Tú esperas de mí
y para hacerlas bien.

No se trata de tener más tiempo a disposición,
sino de tener más ideales a disposición
para llenar de significado el tiempo que poseo.
Deseo más bien que mi tiempo sea más rico
en significado.

Para eso, te autorizo, Señor
a que me quites tiempo.
Esta es mi petición, opuesta a la anterior.

Te pido que me quites horas,
de las veinticuatro que tengo a mi disposición.
Dos, tres, incluso, seis al menos.
Como quieras mejor.

Que hermosura, Señor,
unas cuantas horas tomadas de lo necesario,
no de lo superfluo de la jornada, y destinado a Ti.

Poder anunciar: Me faltan seis horas al día,
 porque las he "despilfarrado" en oración.

Dame la fuerza, Señor, el coraje,
la libertad, para realizar este gesto alocado.
Entonces estoy seguro de que
no desembucharé ya, ante los impacientes
y numerosos clientes, la acostumbrada excusa:
"No tengo tiempo"

Podré por el contrario, declarar en tono triunfal: "
¡Tengo Tiempo!"
Tiempo para hacer las cosas adecuadas,
 de la manera adecuada, con el corazón adecuado.

Señor, quítame tiempo,
No vendré a pedirte que me pagues los daños
por el contrario, te daré las gracias
porque el tiempo que me queda,
después de tus suculentos cobros,
será un tiempo totalmente diverso.

En suma: un capital que aumenta
y adquiere valor precisamente cuando disminuye.
¿Vamos a hacer juntos este milagro, Señor?

Amén.