Sobre los ángeles
Cuando, siendo de corta edad, nos enseñan aquella oración del Ángel de la Guarda («dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día»… «cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos guardan mi alma») a lo mejor, con el tiempo, lo achacamos a cosas de niños y, en realidad, quitamos importancia a lo que, en realidad, es de mucha importancia.
Sin embargo, sabemos que Dios nos ama y que, por eso nada mejor que confiar a alguien que nos pueda guiar, cuando haga falta, en este paso por nuestro valle de lágrimas.