Manipulación de embriones
Robert G. Edwards, “inventor” de la fecundación “in vitro”, ha sido galardonado con el Premio Nobel en ciencias. Es un premio científico con grandes repercusiones éticas. ¿Es moralmente bueno manipular la paternidad y la maternidad? ¿Es ético todo lo que la ciencia es capaz de conseguir?
Cinco años después de que California destinara un presupuesto de 3.000 millones de dólares a la investigación con células madre embrionarias no ha habido aún ninguna terapia y los progresos son muy pequeños. De ahí que los defensores de esta técnica estén volviéndose hacia la investigación a la que antaño se opusieran.
El pasado 25 de noviembre se clausuró la reunión del Consejo Internacional de Bioética de la UNESCO. En ese marco, la Secretaria de Relaciones Exteriores, Patricia Espinosa, advirtió que los derechos y libertades de las personas están en riesgo frente al acelerado crecimiento científico que no tiene un control ético. Y ésta es la gran cuestión: ¿son incompatibles el progreso científico y la ética?
La decisión que tomó el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, el pasado mes de marzo, de financiar con fondos federales la investigación con células madre generadas mediante la destrucción de embriones humanos (células madre embrionarias) ha vuelto a avivar la polémica respecto de un tema caracterizado por complejas implicaciones bioéticas.
La esterilidad es un problema viejo. La medicina ofrece cada vez nuevas técnicas para solucionarlo, en la medida de lo posible. Pero no siempre un tratamiento lleva al nacimiento del deseado hijo, y los sacrificios y gastos para lograrlo son a veces muy elevados.
Una de las primeras decisiones de la administración de Barack Obama, anunciada el 23 de enero de 2009, consistió en permitir experimentos con células madres embrionarias obtenidas a partir de la destrucción de embriones humanos, en orden a conocer sus posibilidades terapéuticas.
Se hace necesaria una reflexión ética sobre este horizonte que se abre a la ciencia.
Nos duele escuchar que un tribunal ha condenado a muerte a un ser humano. Nos impresiona el saber que una persona, aunque haya sido un criminal, va a ser ejecutada.
Se ha publicado recientemente un amplio estudio sobre las técnicas de
reproducción artificial en Europa, referidas al año 2000[1]. En el mismo se presta especial atención a los datos relativos a dos técnicas: la fecundación in vitro (FIV ó IVF), y la inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI), aunque también se habla de la transferencia de embriones descongelados.
¿Vale la pena defender la vida?
Cada vez hay más legislaciones que se van decantando por la despenalización del aborto, por la promoción de medidas jurídicas que permitan la unión de personas del mismo sexo, lesionando el papel de la familia, y por la regulación de la eutanasia como derecho. Todos ellos son atentados contra la vida en su inicio, en su desarrollo o en su término natural. El panorama, muchas veces desalentador, nos hace preguntarnos con seriedad, ¿sirve de algo ir contra esa corriente que ve al ser humano como un objeto y no como un sujeto?