Educar en valores y virtudes
De que es importante no tienes que convencerme. El asunto es ¿qué hacen, o qué hacemos, los que hemos nacido con menos voluntad?
La voluntad crece con su ejercicio continuado y cuando se va entrenando en direcciones determinadas. Y eso sólo se logra venciendo en la lucha que -queramos o no- vamos librando de día en día.
Ese respetillo
La XVII Conferencia Internacional sobre el SIDA que se llevó a cabo del 3 al 8 de agosto en la Ciudad de México, y que contó con la participación de más de 20 mil personas de diversas culturas fue una muestra más de cómo los “especialistas” no se acaban de poner de acuerdo en los aspectos más importantes sobre uno de los peores males que está sufriendo o, que “le estamos haciendo sufrir” a la humanidad.
Con frecuencia solemos escuchar frases como: “Todos los hombre son iguales...” “Lo que pasa con las mujeres...” ¿No les parece que tratar de “homogenizar” tanto a los hombres como a las mujeres es absurdo? Quienes simplifican la vida de este modo cometen graves injusticias. Así también incurrimos en un grave error al pretender esteriotipar a los adolescentes como si ellos fueran iguales.
Tener hijos es uno de esos asuntos que no requiere de ninguna preparación formal; pero ser un auténtico padre de familia exige el ejercicio de decenas de virtudes dentro de un esquema claro de valores y una adecuada preparación pedagógica. Es decir, entre tener hijos y ser un buen padre, existe una diferencia tan grande como la que encontramos entre un charco y el agua pura.
Tal parece que hoy en día uno de los temas de mayor impacto en la opinión pública es el éxito de algunas películas; sin embargo, pienso que hay otro de importancia muy superior por sus repercusiones en la vida familiar y en el desarrollo de la personalidad de todo ser humano. Estoy hablando de la autoridad de los padres de familia frente a sus hijos, y acerca de ello me recomendaron un artículo publicado en “www.aciprensa.com” en su sección de “Matrimonio y familia”.
Recuerdo que, allá por mis catorce años, además de sentirme incomprendido, tenía unas ansias enormes de gritarle al mundo que yo era yo, y por lo tanto, diferente a los demás; que tenía mis propios gustos, y podía andar por la calle sin que me pasara nada. A esa edad refería andar solo o salir con mis amigos, y aprender de ellos lo bueno, y también lo malo.
La vida es una aventura maravillosa. Y desde el hogar se puede hacer mucho en favor de los hijos, de los amigos de los hijos y de la comunidad.
Saber escoger lo que vemos y oímos
Responsabilidad ante los medios
1) Para saber
Aprender a amar... ¿educación sexual?
Retomando un diálogo entre un experto en educación y una señora,(1) ésta le hizo a aquel la siguiente pregunta: –¿Cuándo debo empezar a educar a mi hijo?–. Él le preguntó por la edad del niño y la señora le informó que tenía 18 meses de vida. Entonces él le dijo: –¡Señora, ha perdido usted año y medio!–.
Decálogo para formar a un delincuente
Con total impunidad