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Vida pública

(Lc 1,39-56 y Jn 2,1-12) 

Llegó el tremendo día en que su Hijo tuvo que abandonarla para irse al Apostolado. Fue tal vez una tarde, en la sobremesa: "Madre, mañana salgo a mi apostolado; dame tu bendición".  - Ya me lo esperaba, Hijo, desde hace tiempo.

Madre e Hijo se abrazaron efusivamente. María derramó furtivas lágrimas que cayeron sobre la túnica de su Hijo. 

Volvió a entender que ese Hijo no era suyo, no era para ella. 

Sí, le había dado a luz, le había educado y formado...pero no era para ella, sino para el Padre Celestial y para esta humanidad doliente y tan necesitada de un Redentor. La espada se metía un poco más en su corazón. 

Y María se desprendió con mucho dolor de este fruto de su seno. 

Fue una escena dura, sin duda alguna...como cuando nosotros nos despedimos de nuestros papás para venir al Noviciado y seguir la voz de Cristo. Marcharse de casa, donde uno ha experimentado el cariño, la solicitud, el amor, el calor de los papás...donde uno se educó, se formó, vivió intensos momentos con sus seres queridos...donde uno vio a su padre desvivirse por uno...donde vio a su madre sufrir y gozar... ¡es duro, muy duro! 

María experimentó todo esto. Y Ella en grado superlativo, porque, ¡qué hijo perdía una vez más! 

No sólo comenzó la vida pública para su Hijo. También Ella tuvo su vida pública. Ella podía haber tenido la tentación de encerrarse en su propia existencia, tan rica, tan pura...Pero rechazó la tentación. Ella quiso ponerse en contacto con los vecinos, comprenderles, estimarles, prestarles sus servicios. El hecho de haber sido invitada a las bodas de Caná y haber aceptado la invitación, es una prueba de su vida ordinaria de sociedad. 

El Evangelio nos cuenta dos escenas donde María sale de su quieto rincón de Nazaret y realiza su apostolado: con su prima y en Caná. 

¿Con qué salió al apostolado? ¿Qué llevó al apostolado? ¿Cómo vivió su apostolado? 

A nosotros, de ordinario, nos gusta llevar cantidad de material para el apostolado: apuntes, discos...Y no está mal. Es señal de que hemos trabajado durante los años de formación. 

¿Cómo la vive Ella , María?     

(a) Transmitiendo a Cristo 

María, la primera evangelizadora del cristianismo. Allá va a evangelizar a su prima, a llevarle la buena nueva, la alegría de la salvación. 

El apostolado es eso: Llevar a Cristo. Inyectar a los demás la vivencia de ese Dios que bulle dentro, que amenaza por salirse del corazón. 

El encuentro con su prima es muy revelador. Sintió la necesidad de correr y hacer partícipe a alguien de ese Dios que tenía dentro. Por eso fue de prisa. El apostolado es eso: repartir de prisa a Cristo a esos hombres que viven sin él, que necesitan de él.

 Enséñame a repartir tu fe entre los hermanos

de prisa, porque se hunden las almas

y la mies es mucha y los operarios pocos. 

Nos urge esto debido a la fuerza de las sectas que están invadiendo nuestro mundo, nos están robando adeptos con su proselitismo. ¿Por qué se pasan a   las sectas? Los hombres sienten un gran vacío en su existencia, están insatisfechos y van buscando soluciones a sus problemas en el supermercado de las sectas. Tal vez nadie les predica sobre Cristo, nadie les lleva esa buena nueva. Porque en cuanto se les lleva a Cristo, como hizo María con su prima, tiene que saltar de gozo esa fe en mi interior, como saltó Juan en el seno de Isabel.  

N.P. está muy preocupado con este problema, porque muchas sectas están metiéndose en América Latina haciendo estragos en el alma sencilla de la gente. 

¡Es grande el desafío que tenemos! Llevar a Cristo. Reafirmar la fe de los católicos. ¿Nos arde por dentro el ansia de transmitir a Cristo? 

Aquí se inserta nuestro trabajo en catequesis y en el club. Dar a Cristo.  Dar a Cristo siempre: en la calle, en las charlas, en los encuentros con los jóvenes. 

María llevó a Isabel la alegría de Dios. 

Isabel, tal vez un poco triste, como triste estaban todas las mujeres de ese tiempo que no tenían la gracia de ser madres y no estaban rodeadas de gritos de júbilos de niños. María feliz y contenta va a llenar de ese don del espíritu, el gozo, toda la casa y sobre todo el corazón de esa pobre mujer. 

Llenó a Isabel del espíritu que María llevaba dentro a toneladas. En esto consiste el apostolado en llevar a Dios a los demás, a Dios que es alegría, que es gozo, que es fuerza para sobrellevar las dificultades. 

Aplicación 

¿Cuánto Cristo tenemos dentro? ¿Es suficiente primero para contrarrestar el peso de este mundo y no nos arrastre? 

¿Cuánto Cristo he almacenado en mis años de formación? Lo único que debo transmitir y dar en mi apostolado es mi potencial espiritual acumulado durante estos años de formación. 

(b) Lo vive con grandísima humildad

 Ella, la reina de los apóstoles, vive en el anonimato, sigue a Jesús de puntillas, no quiso hacer sombra a su Hijo, para que sea Él quien sobresalga y brille y no lastimar así su ministerio absorbente y exclusivo. 

¡Cuántas veces se habrá dicho Ella en su interior: "Conviene que Él crezca y yo mengüe"! 

Ya lo creo que tenía inmensos deseos de seguir de cerca la predicación de su Hijo. Hubiera estado incluso en sus derechos de madre el visitarle varias veces, ver qué hacía, oír qué decía. ¡Era su madre! 

Pero Ella era consciente de que podía interferir en esa tarea absorbente y exclusiva de su Hijo, dedicado totalmente a la predicación del mensaje. No quería restarle energías. Los lazos humanos, si son lazos, queramos o no, nos atan un poco. Y al atarnos nos impiden la libertad de movimientos. 

Creo que aquí se encuentra el fundamento de nuestras normas sobre el trato con la familia. No es desprecio hacia nuestros seres queridos, a quienes tanto debemos porque nos han traído al mundo, han cuidado de nosotros, nos han vestido, nos ha dado de comer, han sufrido tanto por nosotros. No es desprecio. Lo único que hemos hecho es poner en las manos de Dios las intenciones de nuestra familia para que Él cuide de ella...y de esta manera podernos dedicar con más libertad interior a esa "misión exclusiva, inalterable, justísima y absorbente" (PyN 10) que Dios nos ha encomendado. 

Aplicación 

Si estoy ya en apostolado, ¿cómo lo vivo? ¿Soy humilde instrumento de Dios y no estorbo la acción de Dios en las almas? ¿O soy de los que creo que soy yo quien está convirtiendo, ayudando, iluminando a los hombres? 

Amaré, Señor, a mi prójimo en la humildad,

porque la humildad es tu rostro;

porque la has elegido como la piedrecilla de David

para derribar la mole de  Goliat;

porque fue tu compañera

desde Nazaret hasta la cruz... 

Si no somos humildes Dios nos resistirá, nos hará infecundos en el apostolado, nos hará probar el polvo de la ineficacia apostólica. 

"El arco de los poderosos se ha quebrado

y los suaves tienen la fuerza del cinturón

Porque Tú, Señor,

has ungido de humildad y dulzura tu evangelio

por eso se acercan a aprenderlo los heridos

en todos los frentes de la vida. 

En la catequesis, ¿me creo yo el agente principal de evangelización, o soy nítido portavoz de Cristo, sin que las ondas egocéntricas estropeen la emisión del mensaje de salvación? 

Cíñeme, Señor, con tu dulzura

que ella será mi fortaleza inexpugnable.

Dulzura de mi corazón para asemejarme al tuyo,

altar de dulzura.

Dulzura de mis labios para que tu palabra

llegue virgen, transparente al alma de mis hermanos.

Dulzura de mis pensamientos

como Job en medio de su dolor. 

(c) Lo vive con un corazón lleno de caridad 

María sale al apostolado con un corazón lleno de amor y caridad. Hace de Buen Samaritano. 

Esa caridad le hizo remediar en Caná esa situación bochornosa. 

La caridad tiene ojos para ver esos sufrimientos y miserias humanas, ese dolor profundo en que están sumergidos los hombres. Se trata de ver a Jesús sufrir en los miembros de su cuerpo místico. ¡Llevar unos ojos bien abiertos, no para mancharlos, sino para ver la miseria de los hombres! ¡Quitarnos esa venda del egoísmo que nos hace pasar de largo y no socorrer al prójimo! 

La caridad tiene corazón para compadecerse, como el buen samaritano, que se enterneció de ese pobre hombre caído. Se trata de compadecerse de ese Jesús de carne y hueso que muchos hombres han tirado y profanado al borde del camino. ¡Qué corazón no debe tener el sacerdote, donde deben albergarse todos los marginados de la sociedad!

 La caridad tiene manos para servir al prójimo en sus necesidades espirituales y materiales; manos para vestir esa desnudez interior en la que están los hombres.

 

Conclusión

 

Saldremos al apostolado. Llevemos a Cristo en el corazón. Y prediquémosle con ilusión a los hombres, como María.