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Terapias verdaderas

No es terapia eliminar a enfermos para que sólo nazcan y vivan los sanos. No es terapia buscar caminos para que el hijo “perfecto” siga adelante y el hijo “dañado” sea eliminado. No es terapia invertir dinero para diagnósticos que llevan a suprimir a miles de embriones no queridos.

La terapia verdadera es aquella que parte del respeto al enfermo. A cualquier enfermo, grande o pequeño, rico o empobrecido, residente en España o en algún rincón perdido de África, nacido de emigrantes o de los que presumen de ser ciudadanos de un país “moderno y progresista”.

La terapia verdadera ayuda a los esposos a aceptar al hijo que ya existe, a buscar caminos para aliviar sus males, a acompañarle en sus dolencias y defectos, a integrarse en una sociedad que, si quiere ser justa, necesita apreciar al “diverso”, al que algunos llaman “imperfecto”.

La terapia verdadera estudia el estado del enfermo para mejorar las técnicas de ayuda, para anticipar soluciones a sus problemas, para conseguir y preparar medicinas u operaciones más urgentes.

El sentido auténtico de todo diagnóstico “médico” consiste simplemente en esto: buscar siempre el bien de cada enfermo. En cambio, hacer diagnósticos sobre embriones, fetos, niños o adultos para condenar a los “estropeados” y ayudar sólo a los buenos será una discriminación odiosa, un abuso mal vestido de palabras médicas que hiere la conciencia de médicos, familias y de todos los miembros de cualquier sociedad que quiera ser justa.

Queremos terapias verdaderas. Basadas en una cultura más justa, más abierta, más atenta al enfermo. Así el mundo será un poco mejor, porque estará basado en una certeza profunda: que cada vida humana es siempre digna de respeto, sin condiciones.