Ahora que todo inicio de año se ve acompañado de encontrados augurios, unos optimistas y otros terribles, siempre ya en materia de economía, de política internacional y de cambios climáticos del clima cambiante; cuando parece que debemos “enfrentar” un año “haciendo frente” al fracaso económico, a las amenazas de guerra de siempre de Estados Unidos y de Israel, y cuando se pronostica que tendremos el año más frío o el más caluroso o el más lluvioso “de las últimas décadas”; ahora que la institución del matrimonio es golpeada por legisladores; ahora que la vida se considera humana cuando se mide en semanas de gestación; ahora que la Fe en Dios es puesta a prueba por ateos; pero sobre todo, ahora que somos todavía muchos los que sabemos esperar contra toda esperanza y creer que sí aunque todo nos diga que no, ahora es cuando nos hace fuertes en nuestros fracasos y logros, caídas y esfuerzos, pesadillas y sueños, la figura de un hombre que supo esperar con determinada determinación, que trabajó con empeñoso esmero y que nos mostró que es posible amar más allá de las fronteras del amor cuando se entregó sin medida a la esposa de Dios y a su divino hijo.
Propongo que al inicio de cada año miremos a la figura de San José, luego de más de dos mil años de que diera inicio su altísima misión en la Iglesia, para que veamos retratada en él nuestra necesidad de conseguir el pan y la alegría por darlo a nuestros hijos, el desvelo por terminar el trabajo y la dicha por recibir su justa retribución, las preocupaciones por la incertidumbre y la confirmación de que Dios nunca nos desampara.
Si el nuevo año viene cargado de escasez económica y de deudas, miremos cómo San José, en la pobreza de la gruta de Belén, habiéndose quedado ya sin dinero por pagar el hospedaje, recibió la visita inesperada de los Reyes Magos que llegaron con oro entre los regalos que le entregaron, oro que sirvió para alimentar y vestir al niño Jesús y emprender el viaje de huida a Egipto.
Si el año viene amenazante en el cumplimiento de las obligaciones con proveedores, con clientes, con el entorno laboral y con el pago de impuestos, veamos a San José en su trabajo de carpintero, constructor de techos, portales y ventanales, fabricante de mesas, sillas y muebles, pagando a sus proveedores de materia prima para entregar a tiempo los pedidos de sus clientes y cumpliendo con el tributo debido al César para evitarse problemas en el desempeño de su oficio. San José supo trabajar pero también supo administrar sus recursos y su tiempo. Sabía que en el trabajo el hombre se convierte en co-creador con Dios y que es oportunidad para desplegar la creatividad y la fuerza del empeño.
Si el año nuevo se nubla por las amenazas de guerras y de conflictos entre naciones, observemos cómo San José pudo hacer lo que hizo, a pesar de ser descendiente del rey David, en su patria ocupada por los ejércitos romanos, dominada por la intromisión de un emperador extranjero y atacada por una cultura pagana.
Si el año que inicia se presenta peligroso porque se pronostican huracanes, lluvias torrenciales, sequías, heladas, terremotos y tornados, tomemos la lección de San José cuando se desplazó con su esposa desde Nazarét hasta Belén cruzando el árido desierto bajo un ardiente sol, con un pequeño burrito por transporte y unas mantas por techo, cuando las noches les invadía la oscuridad acompañada de un frío que atravesaba la manta, calaba la ropa y dejaba rígidas las sandalias.
A la edad de doce años Jesús le hizo saber a José que de grande quería ser carpintero, y como él le hiciera ver que un carpintero era insignificante en la sociedad e su tiempo, Jesús le había respondido: -No entiendo cómo me dices que tu trabajo es pequeño, cuando tú me has alimentado, educado, formado y sostenido siendo tú un carpintero-. Luego afirmó: -José, quiero ser carpintero, ya sé qué quiero ser de grande, quiero ser como tú-.
San José es Patrono de la familia, la economía, la paternidad, el trabajo, la Iglesia y de una buena muerte. Encomendémonos a San José para vivir tranquilos en este año, confiemos a él nuestras necesidades y miremos el año que inicia, más que como un enfrentamiento con la vida, como un camino por recorrer, camino que se disfruta como en todo viaje de vacaciones en el que el destino es el descanso, el encuentro, el reposo, la alegría y la satisfacción por el deber cumplido.