Ha ocurrido en el pasado y ocurre en el presente: las mejores realidades, los principios más nobles, pueden ser usados, manipulados y "secuestrados" para el mal.
Este peligro toca también a los derechos humanos. Porque algo no funciona cuando, en nombre de los derechos humanos, grupos de presión promueven la legalización del aborto. O cuando se busca que sea declarado "matrimonio" lo que matrimonio nunca podrá ser. O cuando se intenta suprimir la libertad de conciencia de quienes defienden el valor de la familia y de la vida. O cuando se calumnia y se persigue impunemente a las personas por sus creencias religiosas. O cuando se quiere imponer un sistema mundial de pensamiento que vaya contra el respeto legítimo que merecen los pueblos y las culturas.
Han pasado muchos años desde aquel 10 de diciembre de 1948, día de la aprobación de los derechos humanos. En nombre de esos derechos, y contra esos mismos derechos, existen asociaciones que olvidan las necesidades más urgentes de los seres humanos y que promueven privilegios para grupos de presión.
Mientras, las verdaderas urgencias de la humanidad quedan muchas veces en un segundo plano. Porque es urgencia el que millones de personas no tengan la comida suficiente ni acceso al agua potable. Porque es urgencia el defender a los niños, antes o después de nacer, de cualquier violencia. Porque es urgencia buscar la paz por encima de guerras absurdas. Porque es urgencia proteger a la mujer para que nunca sea presionada a abortar ni desprotegida en su maternidad. Porque es urgencia terminar con las leyes que marginan o encarcelan a las personas por sus creencias religiosas.
Los derechos humanos necesitan ser rescatados del uso que realizan de los mismos algunos grupos de presión de los países más ricos. Millones de seres humanos anhelan un mundo más justo. Trabajar por sus intereses auténticos, no por proyectos extraños y elitistas, será la mejor manera de celebrar un nuevo aniversario de los derechos humanos: con un compromiso serio y eficaz en favor de los más débiles.