El noviazgo es una etapa de suma importancia en la vida. Es la etapa que te prepara al matrimonio, en la que conoces a aquel con quien querrás compartir toda tu vida. Es una etapa transitoria pero decisiva de la vida.
Una premisa muy importante al hablar del noviazgo es que en cuanto se inicia esta etapa, deja de haber dos “yos” y se conforma un “nosotros”. En ese momento, que a veces se pinta tan romántico y cursi, en el que él hace la pregunta “¿quieres ser mi novia?”, y ella da la respuesta afirmativa “sí”, a partir de entonces esos dos corazones se convierten en “corazones inaccesibles”, reservados y exclusivos el uno para el otro.
Esta premisa hay que tenerla presente a lo largo de la lectura.
Para que haya un noviazgo exitoso son necesarios, entre otras cosas, dos elementos:
1. La sinceridad: suena demasiado obvio, pero a veces es lo primero que se rompe. La sinceridad es la base para que haya confianza en la pareja, sin la cual la convivencia será siempre sosa y con muchas reservas.
Escuché de un afamado orientador matrimonial que un buen día llegó una pareja a su despacho, y la mujer, con un tono furibundo, se dirigió al consultor: “Mire, me voy a divorciar de este hombre porque me ha engañado y él bien sabe que lo que yo más detesto es la insinceridad”.
El consultor, atónito por las maneras de la mujer y por su clara cerrazón al diálogo, dirigió su mirada llena de duda al hombre. Éste con un cinismo tal replicó: “Serás hipócrita, mujer, tú fuiste quien me enseñó a mentir. Tú eras quien me decía, cuando éramos novios, que después de ir al cine nos perdiéramos por ahí, y llegando a tu casa decíamos que se nos había ponchado una llanta; tú eras quien me incitaba a decir a mis padres que tenía un trabajo de la universidad para ir a verte entre semana; tú eres quien le dice a nuestra hija cuando te buscan por teléfono que diga que no estás. Y así te atreves a decir que detestas la insinceridad”.
Acto seguido, la mujer, con el rostro completamente ruborizado, dijo: “creo que tenemos que platicar”. Y partieron del despacho del consultor. Si quieren saber cómo acabó la anécdota, les voy a quedar mal, pues dicho consultor jamás los volvió a ver; pero ese no es el objetivo de esta narración, mucho menos es justificar el engaño del hombre.
Lo que quiero que veamos con este ejemplo es que, si en el noviazgo lo más natural era mentir y engañar (no necesariamente mentirse y engañarse), en el matrimonio se va a seguir la misma dinámica. Si cualquier relación interpersonal debe estar fundada en la confianza, ¡cuánto más un noviazgo que es la preparación próxima para el matrimonio! Se podrían decir infinidad de cosas sobre el tema, pero pasaremos al segundo punto.
2. Conocerte y conocer al otro: este punto lo voy a dividir en dos: ¿qué debes conocer?, y obstáculos para que se dé este verdadero conocimiento:
Es muy importante que la otra persona verdaderamente te guste físicamente. No te vaya a pasar como aquel señor que llega con sus amigos del dominó y comenta: “es que me he dado cuenta que mi mujer no me gusta”, a lo que los amigos responden que ellos están en la misma situación; por lo que el susodicho dice: “¿entonces a ustedes tampoco les gustan sus esposas?”.
Un valiente amigo responde: “¡No, señor!, a nosotros tampoco nos gusta tu mujer”. Es de suma importancia que estés seguro que a ti, sinceramente, te guste físicamente, pues sin duda lo exterior será un reflejo de lo interior.
Es también de suma importancia conocer tan pronto como te sea posible, qué es lo que piensa sobre el matrimonio. No necesariamente “tirándole” la pregunta. Es fácil descubrir cuál es su pensamiento en la materia cuando sale algún comentario cuando se habla de algún divorcio, como “¡claro que se iban a divorciar, ¿quién aguanta a una persona así toda la vida?”.
Cosas por el estilo te indican que para esta persona el divorcio puede ser “natural”. También puede salir el comentario: “¡cómo se divorciaron, pudieron haber intentado más!”; esto te dice que esta persona está dispuesta a luchar por su matrimonio.
Es importante tener todos los sentidos alerta para saber qué piensa sobre este tema, y como dije arriba, lo antes posible, pues una vez que ya “te clavas” con la persona, te va a ser muy difícil ver esas diferencias como algo importante, y es lo que luego se convierte en el famoso “seguro cambiará”.
Conocer qué tan dispuesta está la otra persona para luchar contigo en todas y a pesar de todas las circunstancias.
Tenemos que saber qué tan fiel es a la palabra dada. Que cumpla lo que dice. Si en el noviazgo concedemos que en cada momento haya promesas huecas, entonces de forma natural éstas se darán en el matrimonio.
Obviamente esto no es exhaustivo, podríamos escribir todo un libro de qué es lo que debemos conocer de la persona con la que quisiéramos compartir toda nuestra vida, pero ahora quiero tratar la parte de esos obstáculos que muchas veces nos impiden el verdadero conocimiento de la otra persona.
Un obstáculo muy grande que hay para el verdadero conocimiento de la otra persona en el noviazgo, es lo que denominaré el “noviazgo demasiado pasional”: tenemos que ser muy conscientes de que el cuerpo siempre pide más hasta volverse insaciable. Esto privará la relación de oportunidades para el diálogo profundo entre los novios; el noviazgo se volvería en una serie de momentos en los que mis pasiones ven satisfechas, y no sería ese momento de diálogo interpersonal en el que se busca conocer a profundidad a la otra persona.
En el noviazgo hay que platicar mucho, y no precisamente del clima, del reventón del último fin de semana, de todas tus “patoaventuras” que has tenido, etc…, sino más bien las conversaciones deben estar orientadas a que tú te des a conocer, ¿quién eres?, ¿de dónde vienes?, ¿a dónde vas?, tus gustos y disgustos, y también en donde descubras esos mismo elementos de la otra persona.
Esto hace que la relación trascienda el ámbito meramente corpóreo y la hace profunda. Una relación en la que el cuerpo es lo primero, pasará a ser una relación en la que el cuerpo es lo único, y nunca habrá un verdadero conocimiento mutuo. Hay que tener siempre en cuenta que las relaciones sexuales no son ni el árbitro ni el termómetro del amor.
Otro obstáculo es cuando el noviazgo está lleno de estímulos peligrosos, como podrían ser el alcohol, drogas, demasiado dinero. Obviamente estos tres ejemplos no son comparables entre sí, pero los tres nos llevan a banalizar en gran parte la relación, y nos impiden el conocimiento mutuo y profundo de la otra persona.
De los estupefacientes creo que es lógico el porqué son tan nocivos para conocerse, pues en el uso de estos uno ni reconocerse puede, cómo entonces podría conocer a la otra persona.
En el caso del uso excesivo del dinero, es bueno puntualizar que si bien son necesarios los detalles en el noviazgo, no es necesario el abuso de los bienes materiales, siempre son más apreciados los detalles inmateriales pero cargados de gran sentido y significado. Con esto no estoy eliminando los detalles materiales, que también son importantes y necesarios.
Creer que el noviazgo es una etapa para probarlo todo es un error muy grave que impedirá que se conozcan. La intimidad tiene como inicio un proyecto a futuro. Como decíamos antes, ya no son dos “yos”, es un nuevo “nosotros” que debe tener un proyecto, sólo uno.
Ya no son dos proyectos que van paralelos, ya no es qué es lo que tú quieres y qué es lo que yo quiero, ya no es mi futuro y tu futuro; en el noviazgo todo esto se convierte en un qué es lo que queremos, qué queremos de nuestro futuro, qué buscamos para nuestra familia… en pocas palabras, cuál es nuestro proyecto. Desde el noviazgo el proyecto es uno para los dos.
Una pregunta que me siento obligado a tratar y que me la he topado muy seguido dado que hoy en día creo que se malentiende mucho es: ¿Dónde quedan los amigos durante el noviazgo?
Por polémica que parezca la respuesta, los amigos, durante el noviazgo, quedan relegados al segundo, o inclusive tercer o cuarto plano. La amistad es algo sumamente hermoso, es algo que ha existido desde siempre, es algo que los grandes filósofos como Platón, Aristóteles, Cicerón, Santo Tomás de Aquino, San Agustín, han discurrido en sus grandes obras. Pero en el noviazgo, éste último toma una relevancia enorme.
Una verdadera amistad sabrá respetar este periodo, lo sobrevivirá y, sobre todo, lo apoyará desde su lugar. Si durante el noviazgo se prefiere salir una “noche de amigas” a un antro, o para no ponerlo así, al cine o al café, será obvio que durante el matrimonio se siga la misma dinámica, pues, de verdad, lo que se hace en el noviazgo tiene eco en el matrimonio.
El noviazgo está lleno de “contratos no escritos”. Los firmas con tus actos y luego los sufre o vive con felicidad el matrimonio. Así, en el noviazgo no podemos permitir nada que no nos gustaría en el matrimonio. Y por ello les debemos de dar el justo lugar a los amigos, el lugar que les daríamos si ya estuviéramos casados.
Está en manos de los novios el matrimonio que quieran vivir. No pueden esperarse a la ceremonia para trazar el camino de su vida. Éste se va trazando día a día en su noviazgo.