¿La verdad sobre el Padre Maciel?
Cuando me enteré, quedé anonadada. No sabía qué pensar, no sólo del Padre Maciel, sino también de su obra, el Regnum Christi. ¿Todo fue un fraude?, pensaba decepcionada…
Pero después de reflexionar mucho, y de recibir varios correos de nuestros lectores en yoinfluyo.com, pidiéndonos ayuda para entender estos acontecimientos, vale la pena intentar plasmar lo que como personas, como periodistas en búsqueda de la verdad, como mexicanos, y algunos de nosotros, también como hijos de la Iglesia, hemos comprendido.
Tratándose de un sacerdote, y no sólo de un clérigo cualquiera, sino ni más ni menos que del Padre Fundador del Regnum Christi, esto adquiere dimensiones trágicas, particularmente para los medios de comunicación, que aprovechan el escándalo para sacar una nota que ponga a volar su raiting.
Independientemente de que sea o no verdad lo que se dice sobre el Padre Maciel –entraremos a ese tema en un momento más–, me parece tremendamente hipócrita, por parte de muchos, que se escandalicen e inflen el tema particularmente por tratarse de un sacerdote… Pero a nuestro alrededor, conocemos a muchos hombres y mujeres que han sido infieles a sus cónyuges, que han tenido hijos fuera de matrimonio… y ello no constituye causa suficiente para “quemarlos en la hoguera” de la opinión pública. Al contrario, continuamente solapamos a quienes caen en esta conducta.
El tema es grave, por supuesto. Pero entonces, seamos parejos: si nos parece grave que suceda con un sacerdote, que a final de cuentas, antes que nada es un ser humano susceptible a equivocarse, entonces tampoco aceptemos que suceda en nuestras familias, o en las de nuestros amigos.
Todo esto nos lleva a pensar que el gran conflicto, el gran escándalo, no es el Padre Maciel. ¡No! Él es sólo un pretexto que les cayó como anillo al dedo a todos aquellos que buscan demeritar a la Iglesia, y que quieren demostrar: “¿Ven cómo todos los padrecitos son unos hipócritas? Ya les decíamos nosotros que aquello está podrido…”.
Todo esto nos lleva a la siguiente reflexión: ¿Se vale juzgar a todos por los errores de unos cuantos? Si tu respuesta fuese afirmativa, entonces nadie, absolutamente nadie, estaríamos a salvo: si gran parte de la droga viene de Colombia, entonces todos los colombianos son unos narcotraficantes; si en México cada persona lee aproximadamente un libro y medio por año, entonces todos los mexicanos somos unos incultos analfabetas; si Israel ataca la Franja de Gaza, entonces todos los judíos son unos asesinos; si Hamas lanza bombas contra blancos civiles judíos, entonces todos los palestinos son terroristas…
¿Te das cuenta, estimado lector, del peligro de las generalizaciones? Evidentemente ni todos los colombianos son narcotraficantes, ni todos los mexicanos somos analfabetas, ni todos los judíos son asesinos, ni todos los palestinos son terroristas… Entonces…
Entonces, la deducción es lógica: si el Padre Maciel –o para estos efectos cualquier sacerdote, póngale usted el nombre y apellido que quiera– se equivocó garrafalmente, y sin hacer caso de su condición de ministro de Cristo, y por tanto, de su exigible celibato, tuvo una hija –o hijo, para el caso es lo mismo– con una amante… ¡Allá él con Dios y con su conciencia! Pero eso no significa, de ninguna manera, que toda la Iglesia, que todos los sacerdotes, que todos los fundadores, sigan esos mismos parámetros.
Dicho de otra manera, se trata de un error, de un pecado personal, si se quiere, pero no de un sistema establecido en una institución mucho, pero mucho más antigua que el Padre Maciel o que cualquier otro sacerdote, como lo es la Iglesia Católica.
Y esto, entonces, nos lleva a la tercera reflexión: ¿es la obra del Padre Maciel, el Regnum Christi, un fraude? Si el fundador cometió tantos errores, entonces ¿está podrido de raíz el llamado “Reino de Cristo”, también conocido como la Legión?
Dicen por ahí que nadie da lo que no tiene, que el árbol malo no puede dar frutos buenos… Y en estricto sentido es cierto… La buena noticia es que El Árbol del que nace la Iglesia, no es un hombre imperfecto y plagado de errores, sino que ese árbol es Cristo mismo. De la misma manera, franciscanos, dominicos, carmelitas, agustinos, jesuitas, Opus Dei, Regnum Christi… Todos han tenido sus fundadores “parciales”, pero el fundador más importante, el verdadero, es Cristo.
Él se ha valido de hombres y mujeres, unos más santos que otros, todos con errores y defectos –y para mayor aclaración, podemos ver a San Agustín, gran pecador… y también gran santo… ¡Ah!, y si mal no recuerdo, también él con un hijo fuera de matrimonio–, pero al final, es Él, Cristo, quien ha inspirado a todos ellos en la construcción de la Iglesia.
Luego entonces, se puede decir lo que se quiera sobre el fundador del Regnum Christi. Se pueden presentar pruebas de sus errores humanos. Se puede incluso desacreditar su vida… Pero el Reino de Cristo, la Legión, queda intacta, porque sus fundamentos trascienden a un hombre, mero instrumento. Sus fundamentos están en Cristo, y eso es lo que en verdad importa.
¿Que el Padre Maciel fue un pecador? ¡Ya encontraremos 10 hombres ejemplares dentro de la Legión! Y al final, ¡el hombre ya dio cuentas al Creador! Sus errores y aciertos ya fueron juzgados…
No cabe duda, ha sido un golpe duro para la Iglesia Católica… un hombre tan querido, tan admirado por muchos. No podemos ignorar que muchos católicos seguramente tendrán una crisis vocacional, pues pensarán: “todo lo que soy, lo que quería ser, me lo inspiró un hombre que resulta que no era lo que yo creía”. Pues tal vez es momento de que todos aquellos creyentes vuelvan los ojos y el alma al Fundador máximo, al único que no decepciona, a aquel que les ha dado el nombre de “cristianos”.
Ahora, estimado lector, voltea a tu propia vida. No importa si eres católico o no; si eres musulmán, judío, ateo... Es muy fácil juzgar: ¡qué malvado!, ¡qué decepción!, ¡cómo se atrevió!... ¿Y tú? ¿Y todas las cosas en las que tú te has equivocado? ¿Y todas las cosas en las que yo he pecado? ¡Qué pena que la gente se enterara de todos tus trapitos –y tal vez algunos “trapotes”– sucios!, ¿no crees? El que esté libre de culpa, ¡que tire la primera piedra!