Con la reciente exhibición de la película “El Rito” y el chascarrillo que circuló por todo el país “Why the Rito?” que un conocido comunicador de televisión, con indudable desatino por no dominar el inglés, le hizo esta pregunta a su actor principal, se desencadenó toda una polémica sobre si verdaderamente existe el Infierno.
A muchos, después de verla, les hizo recapacitar y concluir que “con el Diablo no se juega” ni menos con la Condenación Eterna, a raíz de presenciar en el filme (y en algunos otros) las posesiones diabólicas y los exorcismos.
¿Quién es Satanás? Un ángel caído que desobedeció gravemente a Dios y, junto con otros demonios, fueron precipitados al Infierno (Consultar el Catecismo de la Iglesia Católica, números 391 a 394).
¿Cómo actúa en la tierra y con los hombres? Es tanta su infelicidad que el Demonio desea también la eterna condenación de los humanos y hace todo lo posible por presentarles a menudo tentaciones, sembrar odios, discordias, sugerir maldades; en otras palabras, para empujarlo a pecar y que también el hombre o la mujer, si no se arrepienten ante Dios y mediante el Sacramento de la Confesión de sus yerros, tengan como fin último el Infierno.
¿En qué consiste exactamente este tenebroso lugar? En primer lugar, en la no posesión de la felicidad y el amor de Dios para siempre. Eso provoca en el alma un indescriptible y desgarrador dolor. En segundo plano, en padecer intensos sufrimientos físicos para purgar y pagar los pecados cometidos.
Recomiendo ampliamente la lectura de “La Divina Comedia” de Dante, donde Infierno, Purgatorio y Cielo, vienen explicados con lujo de detalles y este escritor italiano se documentó bastante bien con reconocidos teólogos para redactar esta obra clásica de la Literatura Universal.
Quizá a algún lector, todo esto que escribo, le suene como a “fábula o cuento de abuelitas para asustar a niños miedosos” y que en pleno siglo XXI este tema ya no hay quien se lo crea.
Puedo atestiguar que he conocido a sacerdotes exorcistas y cuando relatan casos de posesión diabólica con todo realismo y detalle, y como después de mucha oración y penitencia, lograron sacar de un alma al Demonio, no queda la menor duda de que Satanás realmente existe y actúa en nuestra sociedad.
Pero hay un detalle importante: al Diablo no le gusta “que le vean la cara”. ¿A qué me refiero? A que como es un ser muy inteligente (su nombre es Lucifer y sobresalía en el Cielo por sus dotes y virtudes sobrenaturales, hasta antes de ser precipitado en el Abismo) prefiere pasar oculto, que nadie se percate de su presencia; nunca actúa de forma descarada y se esfuerza por sembrar entre los hombres la falsa idea de que no existe o que simplemente se trata de un mito o una leyenda de tiempos pasados.
Acabo de terminar la lectura del “Diario de Santa María Faustina Kowalska” (Editorial Marian Press, 2007) tuvo muchas apariciones de Jesucristo, de Santa María pero, también el Señor le permitió que conociera cómo es la Condenación Eterna. En las páginas 304 y 305 de sus testimonios escribe: “Hoy he estado en los abismos del Infierno, conducida por un ángel. Es un lugar de grandes tormentos, ¡qué espantosamente grande es su extensión! Los tipos de tormentos que he visto: el primer tormento que constituye el Infierno, es la pérdida de Dios”. (…) Y después de describir prolijamente todo lo que vio, concluye: “Que el pecador sepa que será atormentado por toda la eternidad. Lo escribo por orden de Dios para que ningún alma se excuse diciendo que el Infierno no existe o que nadie estuvo allí ni sabe cómo es”.
Muchos otros santos han tenido estas experiencias sobrenaturales. Ahora recuerdo a Santa Teresa de Jesús y al Santo Cura de Ars, quienes hacen relatos similares en sus escritos y testimonios.
Sobre nuestro reciente Beato, Juan Pablo II, se cuenta que conversando con un amigo suyo, un alto y santo eclesiástico, en reunión privada le preguntó completamente en serio:
-Monseñor, ¿a usted alguna vez se le ha aparecido el Demonio?
El clérigo le respondió con prontitud:
-No, pero con frecuencia me voy enterando de tantas perversiones y malos actos de muchas personas por todo el mundo que le podría afirmar que todos los días toco la presencia y actuación de Satanás en nuestra sociedad, que tiende a alejarse de Dios o a vivir como si no existiera.
A lo que el Beato Juan Pablo II de comentó:
-Pues a mí me ocurre exactamente lo mismo.
Una conclusión, amigo lector, vale la pena tomarse a Dios en serio: sus Diez Mandamientos, sus Siete Sacramentos y todas sus enseñanzas así como lo que nos dice el Credo. Y no perder de vista que la fe no sólo es para escucharla “como quien oye llover y no se moja” sino para practicarla y hacerla cotidianamente vida de nuestra vida. En este sentido, nuestras buenas obras dentro de la familia, en el trabajo, en la sociedad y, en general, con nuestros semejantes, son fundamentales para nuestra salvación.
¿Cómo será el Cielo que nos espera? La Dicha y el Gozo sin término porque poseeremos a Dios y lo veremos tal cual es, con toda su Bondad, su Verdad, su Belleza. Dice San Pablo que “Ni ojo vio ni oído escuchó” lo que tiene reservado el Señor para quienes le aman. El alma humana ha sido creada para alcanzar la posesión de la felicidad eterna en Dios, de lo contrario, habremos fracasado en nuestra existencia, sin importar nuestra posición social, riquezas, bienes materiales, cualidades personales… Nada habrá valido la pena si no alcanzamos el Cielo.