Ya me he referido, en anteriores artículos, a la aberración de llamar matrimonio a lo que no lo es, a las uniones entre homosexuales. Esta agresión a una institución social, su célula básica, deberá ser resistida con todo. Una consecuencia de ella, aunque pudo evitarse, es el otorgamiento de la facultad –porque no es un derecho- de adoptar niños. Y éste es el tema, señor Marcelo Ebrad y Ministros de la Suprema Corte que, obnubilada su mente, han agredido, de paso, a la ciencia jurídica.
Es deber y derecho de los padres educar a sus hijos. Como el derecho a formar una familia y a tener –no adoptar- hijos, se trata de un derecho natural, humano, fundamental. Este derecho también ha sido y es agredido por el Estado en una pretensión de invasión de ámbitos y competencias que ha generado de continuo una fuerte tensión en nuestro país. Al Estado le corresponde respetarlo y propiciar su ejercicio, no arrebatarlo. Una forma de propiciarlo es actuar subsidiariamente, de manera supletoria, sólo y únicamente cuando por insuficiencia de medios o capacidades, los padres no puedan hacerlo.
El proceso educativo no es una mera función de instrucción; es, ante todo, de formación de personas. Este proceso se desenvuelve de manera natural a través de la acción complementaria de padre y madre, en la enseñanza de cosas, en el desarrollo de habilidades, la formación intelectual y de la voluntad. Su objetivo es lograr una persona madura y plena.
Una de las primeras metas que se tienen que lograr en el desarrollo de la personas es el desarrollo y conocimiento de su identidad. Mucho se ha estudiado respecto de la necesidad de que el niño se reconozca como una persona independiente del padre y de la madre. También de la importancia de que en ese proceso, las niñas se identifiquen con la madre, como mujeres, y los niños con el padre, como hombres. Y aunque de manera natural la sicología de niños y niñas, hombres y mujeres, es diferente, es importante que esa identidad quede clara y afirmada. Esto se logra por los “roles” naturales de uno y otro sexo, por identificación y reconocimiento.
Sin embargo, por razones que no son siempre claras y de las cuales existen numerosas hipótesis que no es momento de señalar, en ocasiones los niños no logran esa autoidentificación y surge el problema del homosexualismo. Se ha identificado, fundamentalmente, como un fenómeno psíquico y si acaso por excepciones existe el hecho físico, de tal suerte que con auxilio especializado es posible superar el problema.
Una de las causas del homosexualismo son las agresiones sexuales en edad temprana. Niños víctimas de pederastas suelen caer en el homosexualismo. También algunas experiencias heterosexuales insatisfactorias o frustrantes, como la violación, pueden derivar en el fenómeno. También esto puede ser resuelto, si el sujeto lo quiere.
La homosexualidad no cambia ni la naturaleza ni la dignidad de la persona, pero tampoco crea derechos específicos, particulares. Se comparten en común los derechos con los demás y su reclamo de ser respetados, es justo. Sin embargo, eso no significa que dicho comportamiento sea conveniente para ser transformado en matrimonio, disputando a la familia una de sus función naturales, la educativa, ya que la procreativa en pareja es de por sí nula.
Pero la pareja homosexual no puede transmitir de manera natural la identidad a los niños, por lo que entregárselos en adopción es incrementar los factores de riesgo de que el niño vaya a ser, como los adoptantes, homosexual. Con ello se le estaría negando al niño el derecho a la propia identidad. Cierto que eso no es algo insuperable, por la libertad del hombre, pero en tanto que el niño está en proceso de formación y es moldeable, resulta muy difícil que pueda eludir este riesgo. Por lo tanto, es necesario que se mantenga a salvo ese derecho.
Que la idea es precisamente la contraria lo muestran las declaraciones de Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina, quien al promulgar el “matrimonio” homosexual en ese país afirmó: “no hemos promulgado una ley, hemos promulgado una construcción social”. Eso es lo que quieren, construir no sólo nuevas uniones, sino nuevos homosexuales.
Por eso no es justa la adopción por parejas homosexuales.