Al inicio del siglo XVI Inglaterra era una de las naciones más católicas de Europa. El rey Enrique VIII había escrito un libro titulado "Assertio Septem Sacramentorum" en contra de las proclamas de Lutero. Ello le valió del Papa León X, el título de "Defensor Fidei" (Defensor de la Fe). La jerarquía católica inglesa estaba dirigida entonces por el Cardenal Wolsey, hombre ambicioso que acostumbró a los ingleses a que todos los asuntos religiosos se resolvían en la isla.
El rey estaba casado con Catalina, hija de los reyes católicos de España, Fernando e Isabel, y de pronto, le dio por repudiarla, ya que sólo le había dado una hija, María, y ningún varón. En verdad, se había enamorado perdidamente de una dama de honor de la corte, Ana Boleyn. Primero pidió a Roma la nulidad de su matrimonio, pero al no ser concedida, se arregló para que el clero lo proclamara "Suprema Cabeza de la Iglesia de Inglaterra".
Ana le dio una hija de nombre Isabel, la famosísima reina inglesa. Enrique fue excomulgado y forzó al parlamento a que votara el "Acta de Supremacía", que le reconocía como depositario del poder material y espiritual en el reino. Opinar lo contrario era crimen de "lesa majestad". Como consecuencia de este desastre, las principales víctimas de su despotismo fueron el Obispo Juan Fisher, el ex canciller Tomás Moro, 18 cartujos y varios sacerdotes. Con mártires, había nacido y fraguado el cisma de la "Iglesia anglicana".
No es posible detallar aquí otros sucesos como las subsecuentes decapitaciones de las varias mujeres de Enrique VIII: Ana Boleyn, Juana Seymour, Ana de Cleves, Catalina Howard y Catalina Parr, esta última se salvó porque el rey murió antes, así como las miles de muertes de ciudadanos ingleses, que por no abjurar de su Fe, fueron eliminados.
En tiempos más modernos se dieron conversiones de anglicanos al catolicismo, como es el caso del Cardenal Newman, que pronto será beatificado. Además, después del Concilio Vaticano II y del ambiente que propició para el diálogo ecuménico, se han venido produciendo importantes conversiones. Sin embargo, la "reconciliación", que no es fruto de las ambiciones humanas, sino que es un don de Dios, la concede cuando la aprecia oportuna y madura.
Desde hace meses se han recibido en la Santa Sede muchas solicitudes de anglicanos y de su vertiente americana, africana y australiana, identificada como iglesia presbiteriana, que desean incorporarse a la Iglesia Católica. A ello han contribuido los escándalos de las "ordenaciones" de sacerdotisas, obispas y la aceptación de uniones homosexuales entre los dirigentes religiosos de los anglicanos.
En respuesta a estas solicitudes, el Papa Benedicto XVI, a través de la Congregación para la Doctrina de la Fe, acaba de publicar una Constitución Apostólica, "Anglicanorum Coetibus", sobre "la institución de Ordinarios Personales para los numerosos grupos de ministros y fieles anglicanos que entran en plena comunión con la Iglesia Católica". El texto fechado el 4 de noviembre, fiesta del Cardenal San Carlos Borromeo, y destaca cómo permitirá "al mismo tiempo elementos específicos del patrimonio espiritual y litúrgico anglicano".
"La institución de esta nueva estructura se sitúa en plena armonía con el compromiso para el diálogo ecuménico que sigue siendo prioritario para la Iglesia Católica". Añade además: "la posibilidad prevista en la Constitución Apostólica de la presencia de algunos clérigos casados en los Ordinarios Personales no significa en modo alguno un cambio en la disciplina de la Iglesia acerca del celibato sacerdotal que, como afirma el Concilio Vaticano II, es signo y al mismo tiempo estímulo de la caridad pastoral y anuncia de forma resplandeciente el reino de Dios".
Este hecho histórico es motivo de gozo y alegría para todos los católicos. "Hay enorme alegría en la casa del Padre por el regreso del Hijo pródigo". Imposible saber hoy de qué número se está hablando; ése no es el signo que interesa. Es un proceso profundo y continuo que se irá desarrollando durante esta nueva primavera de la Iglesia, ya anunciada desde los tiempos del Papa Pío XII.
Por supuesto que también está presente el disgusto y el enojo "del otro hijo" (¿lo seguirá siendo?), que envidia al hermano que regresa porque se convierte en motivo de fiesta en la casa del Padre. Ya saltó por ahí en los medios masivos de prensa en Inglaterra, Alemania y España, el disidente Hans Küng, con un artículo lleno de odio y rencor, debido a que este hecho, al que la Iglesia Católica da respuesta paternal, no coincide con "su" particular visión extraviada y disidente del verdadero ecumenismo.
Las teorías de Hans Küng, cada vez más alejadas de la ortodoxia católica, nacieron de "su" personal actitud de "perito conciliar" que no fue correctamente escuchado e interpretado por los genuinos pastores, es decir los obispos, que en unión con Pedro, proclamaron los documentos de un concilio, en la "hermenéutica de la continuidad", mientras que Küng y sus seguidores se fueron por la "hermenéutica de la ruptura".
Basta tomar nota del título que escogió para su artículo este "teofanto", para darse cuenta de la "profundidad" de sus observaciones. "El pescador de hombres pesca por la derecha". Para luego destacar sus argumentos con frases efectistas, pero faltas de veracidad: "El Papa quiere rellenar las despobladas filas católicas con anglicanos de Roma". "Benedicto XVI pretende restaurar a toda costa el imperio romano". Para rubricar con la frase más tronante: "¡Tradicionalistas de todas las iglesias, uníos… bajo la cúpula de San Pedro! Mirad: el pescador de hombres pesca en la extrema derecha".