El adolescente, la amistad y el amor
La adolescencia es la etapa más extraordinaria de la vida humana, pero no es la más feliz. El adolescente es un ser nostálgico pero con una “nostalgia esperanzada” (con saudade, dirían los portugueses).
La adolescencia es la etapa más extraordinaria de la vida humana, pero no es la más feliz. El adolescente es un ser nostálgico pero con una “nostalgia esperanzada” (con saudade, dirían los portugueses).
La adolescencia es la etapa más extraordinaria de la vida humana, pero no es la más feliz. El adolescente es un ser nostálgico pero con una “nostalgia esperanzada” (con saudade, dirían los portugueses).
Para saber
El Papa Benedicto XVI invitó a todos los fieles, y especialmente a los jóvenes, a los enfermos y a las familias, a rezar el Rosario en este tiempo. Como podemos recordar, el mes de octubre es considerado por la Iglesia como el Mes del Rosario.
Emy era una linda niña de 5 años de edad. Vivía en los Estados Unidos de América, frente al mar. Su familia era muy cristiana.
Ella amaba a su familia y admiraba los ojos azules de su padre, de su madre y de sus hermanos... Todos en la casa de Emy tenían ojos azules... Todos... menos Emy!
El sueño de Emy era tener ojos azules como el mar. ¡Cómo deseaba Emy eso!
Un día, oyó a su profesora decir que Dios responde a todas las oraciones.
Un grupo de cincuenta pediatras y psicólogos consultados por la revista Burda consideran que no conviene llenar todas las expectativas de los niños respecto a los regalos que se le hacen.
Para el 38 por ciento de los médicos entrevistados, demasiados
regalos crean en el niño la convicción de que se le deben y si no los
recibe no se siente amado.
Hay que saborear lo que decía San León Magno: “el don que supera todo don es que Dios llame al hombre su hijo y que el hombre llame a Dios su Padre” (Homilia VI in Nativitate, 4). Toda nuestra vida cristiana es una gran peregrinación hacia la casa del Padre.
La misión del Espíritu Santo es la esperanza, es convencernos de que somos hijos de Dios. Juan Pablo II dijo algo muy profundo: El hombre va descubriendo en sí mismo su pertenencia a Cristo, y en él, su dignidad, la elevación a hijo de Dios, comprende su dignidad de hombre.
Dios nos conoce hasta el fondo. Ninguno de nuestros esfuerzos se le escapa. El nos sostiene. Es siempre como un padre que enseña a sus hijos a dar sus primeros pasos. Dios es el único que da realmente la alegría. Nos imaginamos que a veces Dios nos aplasta con una mole de sacrificios, cuando son precisamente ellos los que nos alivian. Dios es sensible a nuestras delicadezas, dice Gabriela Bossis. Nada se pierde de los cuidados que damos a nuestra alma y a las almas de los demás. Nosotros no lo vemos pero en el Cielo sí nos ven.
Solamente viviendo de fe podemos ser fieles. La gente que no es fiel ha perdido la confianza en Dios. La Virgen María es maestra de fe; le dijo que sí a Dios sin saber exactamente todo lo que había de venir con su fiat (hágase). Vivió tiempos de sorpresas – la Anunciación , la Visitación , la carencia de hospedaje en Belén, la visita de los pastores y de los Reyes Magos, la huída a Egipto- y tiempos de normalidad. Ese era el plan divino.
El pueblo mexica era esencialmente guerrero. Inicialmente, cuando venían de Aztlán buscando tierras, andaban sin rumbo y no eran recibidos por ningún pueblo. Se tenían bien ganado ese rechazo porque, cuando, por ejemplo, habían conseguido la buena voluntad del Tlatoani de Culhuacan, en cuyo territorio residían, le pidieron a su hija para convertirla en diosa de la guerra. El Tlatonani accedió. Poco después los aztecas invitaron al Tlatoani y apareció el brujo bailando revestido con la piel desollada de su hija.
Andar buscando la aprobación de los demás puede ser dañino para nosotros pues tendemos a sobrevalorar lo que otros hacen y a menospreciar lo que nosotros hacemos. “¿Qué van a decir de mí?”, es una pregunta que a menudo nos hacemos. Es una pregunta que se plantea con frecuencia en nuestras relaciones sociales, laborales y familiares.
En un aula de clases, muchos alumnos prefieren mantenerse en silencio ante las dudas, a levantar la mano y preguntarle al profesor, para no quedar mal.