Pasar al contenido principal

Gabriel María Abascal LC

Hígado encebollado

Ante las débiles personalidades que hoy en día constatamos en algunos adolescentes, que se quiebran como frágiles copas de cristal frente a pequeñas adversidades, queremos proponer una posible solución que ayude a los padres de familia y a los formadores: darles de comer “hígado encebollado”… El ejemplo de una familia nos puede iluminar al respecto.

Apenas subir a la camioneta, después de que mamá les recogía de la escuela, venían las preguntas acostumbradas: “¿qué hay de comer hoy, mamá? ¿De qué es la sopa? ¿Y el postre?”

Extraña forma de divertirme

Viernes por la tarde. El móvil suena una y otra vez: ¿Voy a ir? ¿Cómo nos vamos? ¿Dónde nos vemos? ¿Invitamos a Fulano? ¿Pasas por mí? Después de 2 horas de llamadas para ponernos de acuerdo, al fin concertamos a las 10:00 pm en “X” “antro”.

En casa viene, al menos en los que no somos tan independientes, el problema del permiso, el dinero, el coche, la hora de llegada, el estira y afloja para conseguir media hora más… y una suma de dinero más alta de la que salió de la cartera de papá la semana pasada.

Papá, atrévete a decirme que no

Hoy en día existe la tentación en muchos jóvenes matrimonios de permitir a sus hijos aquello que no les fue permitido a ellos, aunque con estas concesiones se contradigan los principios y valores cristianos que están tratando de infundir en casa. 

La irreflexión, el quedar bien y el no saber dar negativas con pulso firme a los hijos, arrastran a algunos padres de familia a la incoherencia entre lo que piensan y lo que en realidad transmiten.