Padre Alejandro Cortés González-Báez
En este preciso momento acabo de recibir una llamada de teléfono de una chica con voz de telemarketin en fa menor que, con 37 argumentos intentó endilgarme una tarjeta de crédito, para lo cual me pedía mis datos, aclarándome que lo único que necesito es tener entre 18 y 60 años y comprobar un ingreso mínimo de 3,000 pesos mensuales.
No fue hasta que un miembro de la guardia real de la Reina Victoria –el teniente Richard Winstoners- descubriera que Miguel Ángel había dejado grabadas las iniciales de Napoleón Bonaparte en la sombra de los dedos del pie derecho del David. A partir de entonces comenzó a sospechar que los atentados contra la reina tenían relación con los planes perversos de los rusos al aprovecharse de un falso invierno en el que supuestamente habían derrotado al ejercito del emperador francés.
Jerusalén, a 24 de diciembre de 0000.
Querido diario:
Hoy de nuevo nos despertaron a las cinco de la mañana, y la verdad, no entiendo la prisa. Como te lo he venido contando desde que emprendimos este curioso viaje, allá en nuestras muy lejanas tierras, cada día comprendo menos a los humanos, y que conste que no me quejo de mi amo pues el buen rey Gaspar es un estupendo tipo, pero eso de lanzarse a un viaje como éste con todas las desmañanadas que llevamos, y todo para seguir una estrella, no me cabe en la cabeza.
Ustedes han de perdonar, pero casi como me llegó este correo, se los paso. Como suele suceder, muchos de ellos no viajan firmados por Internet. De todas formas se lo reconozco y agradezco a su anónimo autor:
-Pues a mí me gusta leer la Biblia.
-¿Por qué?
-No sé. Me gusta.
-Pero ¿por qué no lees mejor otras cosas?
-Pues es como leer una novela. A algunos les gusta leer novelas por lo que cuentan, por las descripciones…, en fin. A mí me gustan las historias que narra la Biblia.
Anoche, por fin un ratito (cerca de las once), para revisar mi correo electrónico. Echo un vistazo a mi “bandeja de entrada” y… Oh, sorpresa: 78 correos correspondientes a ese día. Cada uno distinto, pero todos por el mismo motivo: Resulta que en una página de Internet subieron ayer un artículo que publiqué hace cuatro años y medio. El título: “Antes de divorciarte”.
Dios no es ateo, Juan Pablo II tampoco
Una vez más Rebeca -que está por cumplir los ocho años de edad- aparece en estas líneas. Hace poco su mamá me platicaba que cuando le piden algo, la pequeña no contesta ni sí, ni no. Simplemente se acoge al artículo 20º constitucional y calla. Cuando después se le reclama que no arregló su cuarto o no tendió su cama, “Rebe” contesta: “yo no dije que lo haría”. He aquí una clara manifestación del sistema de filtros con los que solemos defendernos.
Soy un anciano de 55 años con ideas anticuadas y una vida muy sedentaria. La mayor parte de las horas de mi trabajo las paso sentado “conversando” con gente. En esas “charlas” salen temas muy variados: cosas buenas y malas; problemas y oportunidades; éxitos y fracasos; ilusiones y decepciones...; en fin, de todo un poco.
A petición de un amigo, y con las limitaciones de espacio que supone un simple artículo de periódico, me atrevo a proponer un sencillo listado de términos usados en el ámbito eclesiástico. Advierto que cada uno de ellos lo explico en un lenguaje común, evitando tecnicismos canónicos.
Arquidiócesis: Diócesis distinguida por una categoría de mayor importancia.
Arzobispo: Obispo de una Arquidiócesis.
Capellán: Sacerdote encargado de la atención espiritual de una institución.