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amor a Jesús

"Te amo con el amor con que Dios te ama"

Pensar el amor en lo próspero y en lo adverso no es fácil para el ser humano: hombre y mujer. Se trata de una “prueba difícil”. Hay necesidad de la oración porque, en palabras de Juan Pablo II "el amor puede ser profundizado y conservado solamente por el Amor" . Veamos ahora cómo Dios acompaña al hombre en esta vocación y cómo hace real su palabra: “yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 26,26).

Cuando el Odio quiso matar el Amor

Escuché una vez este relato: Cuentan que en la historia del mundo hubo un día terrible en el que el Odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y las malas virtudes, convocó a una reunión urgente con todos los sentimientos más oscuros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano. Estos llegaron a la reunión con curiosidad de saber cuál era el propósito. Cuando estuvieron todos habló el Odio y dijo: "Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien".

Filiación divina y amor a la Cruz

         La fiesta de la Santa Cruz nos recuerda el diálogo de Jesús con Nicodemo, cuando le habla del bautismo, de nacer de nuevo en el Espíritu; y esto lo une a la Cruz: “como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna”. ¿Es la cruz un símbolo que se levanta para que la miremos cuando venga el dolor y la cruz, y no veo en ella nada bueno?

La Madre Teresa de Calcuta y el amor a los hermanos

La Madre Teresa de Calcuta y el amor a los hermanos 

Un día le dijo un señor a la Madre Teresa de Calcuta: - El trabajo que tú haces, yo no lo haría ni por todo el oro del mundo”. A lo que Teresa de Calcuta le respondió: “ -Yo tampoco: tomamos fuerza de la adoración a Jesús Sacramentado”. Esta anécdota se cuenta tanto de la Madre como de alguna de sus hijas, y expresa un hecho: la entrega por amor, sin condiciones, que da felicidad.

Pon amor y sacarás amor

La vida terrena de san Juan de la Cruz llega a su fin. Su historia ha estado marcada por mil dolores y sufrimientos. En todo, a pesar de todo, ha podido descubrir, entrever, algo grande, sublime, hermoso: la cercanía de Dios, el Amor de un Dios que da y se da sin medida.

Juan Yepes había nacido en Fontiveros en 1542. De niño vivió en una pobreza que rayaba en la miseria. Su padre murió desheredado, cuando Juan todavía era un niño. Su madre tuvo que mantener a tres hijos en una situación económica muy precaria.

Obedecer a la Iglesia con amor

Una de las señales más claras de autenticidad cristiana es la obediencia. Un santo obedece cuando llega una orden difícil, quizá incluso una condena incomprensible que deciden los superiores. Es difícil explicarlo a las personas que están fuera de la Iglesia, a quienes sólo piensan en clave de derechos y de deberes, de normas y de justicia. Es difícil, hemos de reconocerlo, explicarlo también a muchos católicos, que no entienden por qué un laico ejemplar o un sacerdote bueno sufren un castigo, son dejados de lado, señalados como culpables sin ningún proceso.

“Amó a la Iglesia”

Cuatro palabras para resumir la vida del obispo de Roma: “Amó a la Iglesia”.

Cada obispo es pastor: cuida a los católicos de su diócesis, trabaja por extender el Evangelio, reza por su Pueblo, fomenta la unidad con los demás obispos y con el Papa.

El obispo de Roma es un pastor especial: sirve a toda la Iglesia, vela por la unidad entre los obispos y los fieles, predica y enseña al pueblo de Dios esparcido por todo el mundo, anuncia a los hombres y mujeres de buena voluntad que Dios se ha revelado en Jesucristo su Hijo.

Unidos por amor y para amar

La Iglesia existe y nace porque es llamada, porque es amada. El primer paso vino desde Dios: nos ha creado, nos ha rescatado, nos ha ennoblecido infinitamente al hacernos hijos en el Hijo.

La experiencia más profunda de nuestra fe cristiana radica en descubrir y acoger ese amor divino. Un amor que no merecíamos, que nos fue dado gratuitamente, más allá de todas nuestras expectativas, de nuestras súplicas, de nuestras necesidades, de nuestras heridas y pecados.